Continúa la sangría de conventos: cierra el cenobio cordobés vinculado al Papa - Alfa y Omega

Continúa la sangría de conventos: cierra el cenobio cordobés vinculado al Papa

Las carmelitas a las que llamaba Francisco pasarán a una comunidad en Salamanca donde «estaremos mejor»

Rodrigo Moreno Quicios
Fachada exterior del Monasterio de San José y Santa Teresa de Lucena
Fachada exterior del Monasterio de San José y Santa Teresa de Lucena. Foto: J. M. G.

«Nos pesa enormemente cerrar un convento, pero parece que está en los planes de Dios», confiesa a Alfa y Omega la madre María Magdalena de San Juan de la Cruz. Es carmelita y priora del Monasterio de San José y Santa Teresa de Lucena, un cenobio en la diócesis de Córdoba y fundado hace 421 años que deberá echar el cierre debido a la falta de vocaciones. «Nos ha costado muchísimo tomar esta decisión», revela. 

Antaño vivían en el monasterio cinco religiosas, normalmente insuficientes para mantener abierta una comunidad, «pero el Papa Francisco nos concedió la autonomía para seguir adelante». No obstante, tras el fallecimiento de una de las mayores, «la madre Adriana de Jesús Crucificado, que el 15 de septiembre se fue el Cielo» y el traslado voluntario de otra a las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones, las tres que quedan deberán trasladarse. 

Ya tienen nuevo destino: el Carmelo de Cabrera, en la diócesis de Salamanca. «Nos vamos al convento de la fundación de las madres clarisas», añade la madre María Magdalena, quien celebra que «tenemos con esa comunidad de Salamanca una relación de muchísimos años, una compenetración grandísima y una gran hermandad». Así, aunque vive «con grandísimo pesar» abandonar la que hasta ahora ha sido su casa, considera que ella y sus hermanas «vamos gozosas a la nueva misión» en una comunidad más grande donde «estaremos mejor». 

La priora del monasterio que cerrará revela que las monjas salmantinas también tienen pocas vocaciones y fueron ellas las que «nos solicitaron el traslado porque están necesitadas». Reconoce que esta necesidad es recíproca, por lo que «estamos agradecidísimas por cómo nos acogen y cómo nos ofrecen una comunidad». 

Es, de algún modo, el servicio que durante 30 años ha prestado a la vida consagrada española la madre María Magdalena de San Juan de la Cruz. Es de origen argentino, pero en 1995 voló hasta un convento en Castellón para revitalizarlo. Tres años más tarde, en 1998, se trasladó al Monasterio de San José y Santa Teresa de Lucena «para reforzar esta comunidad reducida, con pocas hermanas y ancianas». Fruto de la savia nueva que ella y otras religiosas aportaron entonces, «llegamos a ser nueve». 

La madre María Magdalena explica que su caso ha sido seguido por el Papa Francisco, quien «se interesó personalmente» y con quien «tuvimos llamadas de apoyo muy frecuentes en las que nos decía: “Sigan adelante, yo les apoyo, recen por mí y yo rezo por ustedes”».