Los que permanecen en los Santos Lugares - Alfa y Omega

Los que permanecen en los Santos Lugares

La Tierra Santa no está vacía del todo. Allí están los que se han quedado, los que custodiarán los lugares hasta que el viento amaine y los peregrinos podamos retornar. Son las piedras vivas, las que mantienen la fe

Cristina Sánchez Aguilar
Sister Gina enseña a los periodistas las excavaciones en las que está la tumba del justo
Sister Gina enseña a los periodistas las excavaciones en las que está la tumba del justo. Foto: Cristina Sánchez Aguilar.

Ellos son los custodios de los Santos Lugares. Para que la tierra cuna de la cristiandad permanezca inalterable hasta que se alcancen acuerdos en la región y el miedo se vaya desvaneciendo, hay quienes se juegan la vida por permanecer. Como sister Gina. A escasos metros de la basílica de la Anunciación, ocho hermanas de Nazaret velan para mantener en pie ese albergue de peregrinos que, antes del fatídico 7 de octubre, acogía a un centenar de personas cada día y que ahora está vacío. Bueno, aparentemente. Ellas lo llenan con su presencia, oración y cuidado mutuo. Se intuye cuando la religiosa limpia a conciencia una herida en la pierna de su hermana mayor, sor Lauretana. «Nanni», dice ella. Es una frase de agradecimiento en la lengua materna —hindi— de la religiosa. Aplicada, acompaña al reducido grupo de periodistas a las entrañas de su convento. Nos va a enseñar su tesoro más preciado, descubierto de forma inesperada durante una excavación. «Aquí abajo hay restos del barrio en torno a la casa de la Virgen y, según las investigaciones, en las tumbas que hemos encontrado podría estar la de san José», cuenta, orgullosa. Parece ser cierto. Un documento de los cruzados, de la época medieval, alude a la «tumba del justo» en ese lugar.

Liderados por Myriam Nedjar Kadouc, teóloga, historiadora, guía de la Tierra Santa y entregada al lugar que la vio nacer, el mini convoy de la prensa religiosa española, que por primera vez en varios viajes a la zona no hace ni un minuto de cola para visitar los lugares por los que pasó Jesús, llega a Cafarnaúm. Caen 37 ºC a plomo y apenas hay sombras, pero Myriam no ceja en su empeño de embebernos de historia y emociones. Ella, que tiene el corazón roto por el conflicto, en el que ha perdido a seres queridos, es estoica, aguerrida, dedicada. Enamorada de su trabajo y de su región. Acompañando sus pasos nos encontramos a Roxana. Llama la atención por varios motivos. Su gorra con I love Jesus en perlas sobre fondo negro, lo primero. Casi tanto como que es la única peregrina en el complejo de la casa de Pedro. O que tiene unos óleos en la mano con los que rocía lo que tiene a su alrededor. Nos cuenta, sonriente, que vive en Estados Unidos —aunque es peruana— y que es su viaje número doce a Tierra Santa. Que no tiene miedo. Que su familia piensa que está loca, pero «es que no entienden lo que significan para mí Cristo y este lugar; aquí lo siento tan cerca». Roxana es esa piedra viva tan anhelada.

Para cuando la tormenta amaine y los peregrinos vuelvan, Yael y Golan están preparando una sorpresa. Extrabajadores de la aerolínea israelí El-Al, encontraron en el Camino de Santiago el lugar al que dedicar sus desvelos y esfuerzos el resto de sus días. Golan vivía en Madrid y, tras una peregrinación a Santiago de más de un mes, contó a su amiga lo vivido. Volvieron a caminar juntos. Y, al regresar a su tierra, quisieron implementar una suerte de ruta jacobea en tierra israelí. De momento, han puesto en marcha la primera parte. Desde Jaffa hasta Jerusalén hay seis días, seis etapas en las que han organizado rutas, paradas, lugares donde dormir. El objetivo final será recorrer el Camino de Jerusalén, que podría comenzar en el propio Nazaret. El mismo que realizó la Sagrada Familia, pegaditos a la cuenca del Jordán, hasta llegar a Belén. Y de ahí, a la Ciudad Vieja. Entusiastas ambos de su proyecto, que ya han recorrido algunos peregrinos piloto —uno de ellos, un cura de Toledo—, aseguran que «es una propuesta para viajeros de todas las religiones; lo que queremos es que sea un lugar de encuentro, de acompañamiento. Que estos valores que se viven en el camino sean los que lideren en la sociedad del mañana», explica Yael, que habla un perfecto español y es pródiga en palabras. Tienen hasta credencial del peregrino, web —thewaytojerusalem.org— y una estimación económica de lo que costaría, un precio de momento algo elevado para el peregrino español medio. 

En este Camino del Silencio, como han llamado a esa última ruta de 112 kilómetros, no se llega —todavía— hasta Magdala. De momento, para ir a pie hay que esperar. Pero sí se puede viajar en coche hasta el proyecto que los Legionarios de Cristo pusieron en marcha en la ciudad donde nació María Magdalena. Allí father Kelly, irlandés con la retranca del humor isleño, vive entregado a explicar los hallazgos encontrados tras la edificación del centro de acogida de peregrinos. Entre otros, una piedra con una menorá que, dicen, es la más antigua que se conserva, encontrada entre los restos de una sinagoga. Magdala tiene salida al mar de Galilea y una capilla, Duc in Altum, con una sala principal en la que ocho columnas recuerdan a las mujeres fuertes de la historia de la salvación. Una de ellas no tiene nombre grabado. Somos todas nosotras.

Arte armenio

El apellido Sandruni es conocido en toda la Ciudad Vieja de Jerusalén. Una saga familiar de artistas armenios que pintan en cerámica, su tienda es un oasis de eternidad en medio de comercios vacíos y carteles de traspasos. No viven del turismo; reciben decenas de encargos diarios. No es de extrañar. Entrar a su casa es una feria para los sentidos.