Joaquín Rodrigo: amor, historia y literatura - Alfa y Omega

Joaquín Rodrigo: amor, historia y literatura

Hace 25 años moría el autor del Concierto de Aranjuez. Hay quien ve en el diálogo de la guitarra y la orquesta su conversación con Dios tras perder a su hijo en un aborto

Antonio R. Rubio Plo
El maestro con una partitura en braille en su piano. A la derecha: Joaquín Rodrigo y su esposa Victoria Kamhi el día de su boda, en enero de 1933
El maestro con una partitura en braille en su piano. A la derecha: Joaquín Rodrigo y su esposa Victoria Kamhi el día de su boda, en enero de 1933. Fotos: ABC.

Joaquín Rodrigo falleció en Madrid el 6 de julio de 1999, casi centenario. Su recuerdo está vinculado principalmente al Concierto de Aranjuez, pero la vida y la obra del compositor es toda una sinfonía cultural, en la que están de continuo presentes la historia y la literatura españolas, así como el amor en un matrimonio a lo largo de 64 años. Su esposa, la pianista Victoria Kamhi, turca de origen sefardí, fue la luz de los ojos de un músico que quedó ciego con tan solo 3 años. Joaquín Rodrigo es inconcebible sin su compañera Vicky. Gran parte de sus obras guardan directa relación con ella. A esto se añade que fue la encargada de revisar la transcripción de sus composiciones en braille.

Acompañado por su amigo y secretario, Rafael Ibáñez, el hombre que desde su infancia le leía obras maestras de la literatura, ensayos y libros de filosofía, Rodrigo viajó a París en 1927. Seguía así las huellas de otros compositores españoles, que bebieron en las fuentes del nacionalismo y del impresionismo. Estrenó su Preludio al gallo mañanero, una pequeña obra para piano, en el conservatorio de la capital gala. En ella evoca la serenidad del día que nace y el enérgico canto del gallo. Fue la primera obra admirada por Victoria. Le sucedió un noviazgo prolongado, sobre todo epistolar, que culminó en boda celebrada en Valencia en 1933, seguida de una luna de miel en Aranjuez. Las dificultades económicas de la familia de Joaquín llevaron a una separación temporal y Victoria volvió con sus padres a París. La tristeza del músico se apaciguaría con su trabajo musical, mientras ella en sus cartas le pedía paciencia. Surgió así una obra para soprano y piano, Cántico de la esposa, con texto de san Juan de la Cruz, en la que una voz inquieta y anhelante clama de este modo: «¿A dónde te escondiste,/ Amado, y me dejaste con gemido?». Sin embargo, a Joaquín no le bastó esta canción para recordar a su esposa. Además compuso un poema sinfónico, Per la flor del lliri blau. Es una leyenda valenciana en la que Jimena, esposa del Cid, gravemente herido en combate, es acosada por un caballero árabe que le ofrece un lirio azul como símbolo de amor. Jimena lo rechaza y el lirio azul se convierte en símbolo de la fidelidad conyugal. Es una música en la que se combina una melodía suave y delicada con momentos de tensión y conflicto, hasta que la melodía es fortalecida y acompañada por toda la orquesta.

Finalmente, Joaquín y Victoria se reunieron en París gracias a una beca concedida al compositor por mediación de Manuel de Falla. Terminada la guerra civil española y en vísperas del conflicto mundial, regresaron a España en 1939. En su equipaje llevaban el manuscrito del Concierto de Aranjuez, estrenado al año siguiente en Barcelona por el guitarrista Regino Sainz de la Maza. En muchas entrevistas, el músico dijo que esta pieza le había sido inspirada por sus paseos durante la luna de miel por los jardines y palacios, acompañado por el rumor de las fuentes, y que pretendía recrear el ambiente plasmado por Goya de las cortes de Carlos III y Carlos IV, donde se mezclaban la aristocracia y las clases populares. Con el paso del tiempo, Victoria y el guitarrista Pepe Romero dieron otra versión sobre el famoso Adagio del segundo movimiento. Victoria tuvo un aborto espontáneo en París en 1939. De ahí que el estado de ánimo del compositor produjera un movimiento con un lirismo conmovedor y una melodía triste bellamente expresiva. Hay quien interpreta que el diálogo de la guitarra con la orquesta simboliza otro diálogo, en el que a veces se eleva el acento, de Joaquín con Dios, marcado por la perplejidad y cierta rebeldía. Con todo, en los momentos finales, la música se va extinguiendo poco a poco en un clima de gran serenidad que parecer sugerir una aceptación pacífica del dolor. En contraste el tercer movimiento, Allegro gentile, está lleno de energía y vitalidad, con un espíritu festivo de carácter animado y saltarín. El compositor declaró que, en su estudio de París, en el Barrio Latino, oyó en su cabeza el tema completo del Adagio, y sin apenas transición, el tercer tiempo. Es lo que llamaba «el don melódico», que «hay que oír, pues es como el amor».

La melancolía en la obra fue desplazada por la esperanza que, en el caso del matrimonio Rodrigo, hizo presagiar la llegada de una nueva hija. Era Cecilia, nacida en 1941 el mismo día que el maestro, un 22 de noviembre, fiesta de la patrona de la música.