La fe en la ciencia contra la ELA
La Pontificia Academia para la Vida impulsa una prometedora investigación italiana que podría ralentizar el avance de esta enfermedad y de la esclerosis múltiple secundaria
El padre Álvaro Granados concelebra la Misa dominical de las 9:15 horas en la parroquia de San Josemaría Escrivá de Roma. Lleva una estola verde por encima de la manta gris que le tapa. En cuanto termina la Eucaristía, los feligreses se acercan, le saludan con una sonrisa, con una caricia en la mano, le piden consejo… Son pequeños gestos de afecto que, como esa manta, también arropan. Así lo siente este sacerdote español, al que el avance de la ELA ya ha postrado en una silla de ruedas. «Yo soy un privilegiado», dice a Alfa y Omega, refiriéndose al cariño de quienes le rodean.
Cuenta que, a estas atenciones, se suman las de unos profesionales sanitarios que «trabajan con el corazón». «Eso me hace vivir la enfermedad sereno y contento», apunta, hablando casi acompasado con el sonido de su respirador. Además, siendo sacerdote, la fe dota de un significado a sus días con ELA, «transformando mi enfermedad en oración potente; así vivo con la alegría de hacer algo grande por los demás».
Por su experiencia, sabe que es fundamental vivir con «la tranquilidad de estar bien atendidos». Algo que supone un ingente desembolso económico que no todas las familias pueden asumir. Y eso pesa en muchos de estos enfermos en cuyas cabezas comienza a rondar la idea de quitarse de en medio. «Aunque esta enfermedad sea muy dura, yo he visto que las personas, cuando tienen adecuada atención, quieren vivir», afirma el padre Granados. Insiste en que hay que «evitar a toda costa» el abandono, porque entonces resulta comprensible que haya enfermos que soliciten acabar con su vida.
La soledad de estos pacientes también precisa de cura. Granados forma parte de la Asociación Italiana de Esclerosis Lateral Amiotrófica y asegura que «te ayuda a no sentirte solo» en el frente común de sacudir las conciencias. Y los bolsillos. «En un Estado de derecho, tienen que ser prioritarios el cuidado del enfermo y la investigación, que requiere sumas enormes de dinero», destaca.
La perseverancia del profesor Vescovi está dando unos resultados que hace pocas décadas ni siquiera eran imaginables. Su equipo emplea células estaminales cerebrales de fetos que han muerto de forma natural y cuyos padres han permitido la biopsia. El método no comporta conflictos éticos de ningún tipo y por eso el Vaticano apoya esta experimentación. El científico sostiene que no hay ciencia sin respeto a la vida desde su comienzo natural: «Yo no soy creyente, pero mi convicción es que, si para descubrir algo utilizo embriones que luego destruyo, eso no es ciencia. Es un error, es un ejercicio tecnológico al que le falta la parte moral que debe tener en el centro el respeto por la vida humana».
Con ese escrupuloso proceder como base, ha conseguido crear el primer banco ético de células madre cerebrales con seis líneas y miles de millones de células. En unos dos años, cree que podrán emplear células madre cerebrales creadas a partir de la piel o la sangre del propio paciente para que no haya posibilidad de rechazo.
Angelo Luigi Vescovi, director científico de la Casa Sollievo della Sofferenza y presidente del Comité Italiano de Bioética, lleva décadas buscando financiación para investigar las enfermedades neurodegenerativas. Conduce una prometedora investigación con células estaminales cerebrales que abre nuevas perspectivas para la curación de la ELA y de la esclerosis múltiple secundaria progresiva. Presentó sus hallazgos en Roma, en un reciente encuentro organizado por la Pontificia Academia para la Vida (PAV). «Con esto se demuestra que estamos en las antípodas de la manida afirmación de que la ciencia se opone a la fe y viceversa», responde para Alfa y Omega el presidente de la PAV, el arzobispo Vincenzo Paglia.
Desde hace años, arzobispo y científico persiguen una cura para estas enfermedades, hasta el punto de que Vescovi reconoce que «sin don Vincenzo no hubiera sido posible llegar donde estamos». La PAV une sus esfuerzos a los de la ciencia para dar «una esperanza humana y cristiana de curación fundada en la investigación científica», subraya Paglia, quien también incide en la necesidad de fondos «públicos y privados para avanzar en los estudios, porque el tratamiento tiene que estar a disposición de todos». Aunque no llegue para muchos, porque la investigación tiene sus tiempos y son largos. No obstante, el presidente de la PAV indica que «no por eso la única alternativa ha de ser la eutanasia».
El profesor Vescovi se empeña en multiplicar las alternativas como ha sido capaz de multiplicar las células estaminales (madre) cerebrales en el laboratorio. En la fase 1 de su experimentación, el trasplante de estas células en pacientes con esclerosis múltiple ha permitido detener procesos inflamatorios y reducir la atrofia del cerebro. En aquellos con ELA, las células han ralentizado la progresión de la enfermedad. El científico explica a este semanario que la fase 2, con una cirugía menos invasiva, ya ha comenzado con dos pacientes de ELA. El equipo de Vescovi quiere llegar a los 40. «Yo no he curado todavía a nadie, pero los pacientes me dan las gracias y es lo más desgarrador», confiesa. Lamenta que el dinero falte, pero asegura que él y su equipo creen en lo que están consiguiendo y en la esperanza que están brindando a aquellos a los que, ahora, la ciencia ofrece algo que nunca habían tenido.