Como ese pelícano que se rompe para dar de comer a sus crías - Alfa y Omega

Como ese pelícano que se rompe para dar de comer a sus crías

Testimonios como el de Valeria o la propia Chiara Corbella nos recuerdan la valentía y la fiereza que supone ser madre

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Testimonios como el de Valeria, a quienes hemos tenido la suerte de conocer esta semana, o la propia Chiara Corbella, inspiradora de una casa para mujeres embarazadas que tienen que asistir a largas sesiones médicas en Roma y no tienen posibilidad de pagar un hotel o una casa, nos recuerdan la valentía y la fiereza que supone ser madre. Chiara, cuya fase diocesana de beatificación se cierra este viernes, rechazó un tratamiento contra su cáncer de lengua para que su tercer hijo —los dos anteriores no sobrevivieron— tuviese la oportunidad de disfrutar del regalo que es la vida. Y para eso, ella murió. Se inmoló. Puso el latido de su corazón al servicio del futuro de otros. Chiara fue capaz de dar su vida para dar vida. Fue como ese pelícano que se rompe sus entrañas para dar de comer a sus crías.

Valeria, que estando todavía en la barriga de su madre fue una niña milagro que iba a nacer sin extremidades y finalmente tuvo enanismo —una estampa del padre Pío estuvo de por medio—, sabía que su vocación era ser tan valiente como su madre, que se negó a abortar, y dar vida, como se la dieron a ella. Embarazada de siete meses, y muy orgullosa de lucirlo, la criatura viene con problemas; hay herencias no deseadas. Pero Valeria, con problemas de vista, con una gestación altamente complicada también para su salud, no se rinde y ha estrenado la Casa di Chiara, donde reside mientras las pruebas interminables se suceden en un hospital romano.

 A todas ellas, a las Valerias y Chiaras de este mundo, que se juegan su vida para alumbrar —para dar a luz, para dar luz—, que han comprendido que el don y el regalo de Dios de ver nacer a un hijo está por encima incluso de uno mismo; a todas ellas, gracias. A ellas, a todas ellas, es necesario recordar aquellas palabras de Chiara Corbella: «No te desanimes nunca, hija mía, Dios quiere darte más».

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