Fernando Cordero: «Hay docentes entregando literalmente su vida en los centros educativos»
El autor ha partido de su propia experiencia para escribir El tren azul, una novela con un gran «impulso de amor y gratitud a la escuela católica»
Publicado por la editorial San Pablo, Cordero ha querido aterrizar en este libro las grandes profundidades y preocupaciones de la vida en rostros concretos del día a día. El autor, aparte de consejero general y secretario de la congregación de los Sagrados Corazones, es miembro de la comisión de comunicación del Sínodo, cuya presencia en la publicación es muy clara. Una novela que llama a «reconocer los pequeños milagros» cotidianos como base para la búsqueda de la felicidad y el sentido.
¿Qué ha querido transmitir con la publicación de este libro?
A través del género narrativo de la novela he querido conectar con un mosaico de realidades que vive la gente de hoy y también en el marco de un centro educativo religioso, teniendo como telón de fondo las tres fachadas de la Basílica de la Sagrada Familia de Gaudí. He querido mostrar cómo cualquier vida, por muy gris que sea, merece la pena ser contada, porque el amor salva y repara.
¿Cree que la institución educativa católica en España es actualmente un motivo de esperanza?
No sólo lo creo, sino que lo he experimentado. Es motivo de esperanza porque son muchísimos los docentes y no docentes que entregan literalmente la vida en los centros educativos. Hay un martirio «rojo», de sangre, y otro «blanco», que es el de la entrega callada y apasionada del día a día. Esta entrega concreta en los colegios es una forma de contagiar esperanza a través de ese elocuente testimonio diario.
¿De qué manera ha volcado su experiencia personal en esta novela?
Normalmente en las series de ficción de las grandes plataformas, los guionistas se «inventan» las tramas al margen de lo que realmente sucede en un colegio o en un instituto. En la novela, me he inspirado para algunos perfiles concretos en mis años como pastoralista y educador en el colegio Padre Damián Sagrados Corazones de Barcelona. Puedo decir que novelar esa realidad, es decir, partir de lo cotidiano, de las relaciones entre profesores, alumnos, personal no docente, religiosos y familias, puede superar con creces las ficciones inventadas. He escrito este libro como un impulso de amor y gratitud a la escuela católica, que tiene vocación de puente con toda la sociedad.
En la contraportada del libro dice que «la felicidad está tan cerca que ni siquiera percibimos lo fácil que es obtenerla», ¿por qué cree que no nos damos cuenta de esto en el día a día?
Porque pensamos que la felicidad nunca llega, siempre es una continua búsqueda en espiral. No nos paramos a reconocer los pequeños «milagros» del día a día, la maravilla que nos rodea. A mí me zarandea mucho la vida de san Damián de Molokai que rodeado de enfermos de lepra en una isla perdida se consideraba el «misionero más feliz del mundo». En la Eucaristía encontraba la fuente de su felicidad y el motor para su entrega.
Con el telón educativo de fondo, ¿qué papel tiene la formación de educadores?
La formación es clave, porque es un soporte vital para que los educadores se cuiden, sigan creciendo humana y espiritualmente, en sus campos de competencia y, sobre todo, inspira para que no se apague «la llama» de la vocación docente, que ha de estimular la creatividad, la generosidad y la paciencia. Docentes que se forman, que son capaces de sacar lo mejor de ellos mismos y compartirlo con otros.
¿Hay pinceladas del Sínodo en su novela?
Sí, muy claras. La comunidad educativa del imaginario colegio Sant Caprasi del libro fomenta la escucha, la creatividad y el trabajo en equipo. El cardenal arzobispo de Barcelona acoge situaciones de frontera, las dialoga con algunos de los personajes de la ficción, con su obispo auxiliar y con el propio Papa. Rezuma sinodalidad y, sobre todo, se nos muestra una Iglesia acogedora, en fidelidad creativa a la tradición, en la que caben «todos, todos, todos».
Fernando Cordero
San Pablo
2024
336
21,90 €