Elogio del «cara a cara» frente a quienes alimentan la confusión
Habría que preguntarse cuánta proyección de los propios deseos o fobias hay en pensar que se está modificando el magisterio
«A veces parece que hay interés en provocar problemas». En su entrevista a este semanario el cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, ofrece interesantes claves. No solo sobre su reciente viaje a Egipto para tender puentes con la Iglesia copta —de lo que trata la conversación—; sino también, sin pretenderlo, sobre la posterior polémica por unas palabras del Papa a los obispos italianos sobre la presencia de homosexuales en los seminarios. Fernández desvela el impacto de «algunos blogs y medios católicos», que «aumentaron la confusión» sobre Fiducia supplicans.
La doctrina está clara. El prefecto insistió al líder copto en que la Iglesia no acepta el matrimonio entre personas del mismo sexo. Asimismo, las palabras de Francisco sobre la «troppa frociaggine» en los seminarios aluden a las normas que dictan que «no puede admitir al seminario y a las órdenes sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay». Desafortunadamente, una expresión coloquial hecha a puerta cerrada, se reveló de forma desleal. Francisco presentó sus disculpas pues «nunca ha pretendido ofender ni expresarse en términos homófobos». Pero la postura oficial debería ser de sobra conocida. Habría que preguntarse por qué sorprende y cuánto de proyección de los propios deseos o fobias hay en quienes se empeñan en pensar que al promover la acogida se están modificando cuestiones centrales del magisterio, la moral o la disciplina.
El Santo Padre y el responsable de Doctrina de la Fe saben las condiciones del terreno de juego. Son conscientes de que la difícil tarea de ser Iglesia en salida y con «sitio para todos» manteniendo lo fundamental la hace vulnerable a acabar «accidentada». Lo aceptan. Y responden desde la convicción de que, como afirma el prefecto, es «mejor verse cara a cara y hablar sin tapujos».