«Lavi pa fasil» (la vida no es facil) es una expresión muy común por aquí, pero últimamente la escucho con mucha más frecuencia. «Ya sabes, dòk, la vida no es fácil». Y qué razón tienen. Les suelo preguntar a los pacientes de la clínica móvil por el tránsito gastrointestinal y las características de las heces. Muy poco elegante, ya, pero se obtiene bastante información. Antes de responder, me miran con esa cara arrugada, sonrisa desnuda, mirada velada… y con todo el pudor que les provoca responderme a esto, me dicen: «Con perdón, dòk, con perdón… no voy mucho al baño porque no tengo alimento. Lavi pa fasil».
Esqueleto andante, corazón cansado incapaz de bombear con fuerza para que sus piernas doloridas suban la montaña una vez más. Le digo que no puede seguir realizando esos esfuerzos, que no puede salir al campo cada día al alba y volver al atardecer, pasando el día bajo este sol de justicia sin una gota de agua. Que ya no es tiempo para él, que sean otros los que peleen la tierra. Pero es que «vivo solo con Bondye, tengo que buscarme la comida, lavi pa fasil».
De Jean Rabel a Port de Paix, que es la capital de nuestra zona y por tanto, donde está el banco, hay 40 kilómetros. Tardamos dos horas en llegar porque el camino no da para ir más rápido. La directora del banco nos dice con agobio que solo puede darnos 20.000 gurdas (menos de 200 euros). Con eso no llegamos a pagar los salarios de todo el equipo, comprar lo necesario para el día a día ni hacer frente a las necesidades que van surgiendo. Ella nos dice que «lavi pa fasil, no hay comercio porque no llegan mercancías, no traen dinero porque el país está tomado por las bandas. La gente pasa horas esperando en una cola infinita para que, con suerte, puedan sacar unas pocas gourdas».
Lavi pa fasil… pero me aferro con fe a la promesa: «He venido para que tengan vida, y vida en abundancia».