La Eva de Cranach
Cranach retrató a nuestros primeros padres más de 50 veces y desarrolló todo un sello personal y revolucionario donde Eva presenta un contenido más profundo
Adán y Eva de Lucas Cranach (1472-1553) acaba de salir a la luz después de varios años en un complejo plan de conservación y restauración. El Norton Simon Museum de Colorado (actual propietario de la obra) junto con el Getty Museum de Los Ángeles han trabajado conjuntamente en este proyecto. Para ello, han contratado a expertos de renombre como George Bisacca, conservador emérito del Met de Nueva York, y a José de la Fuente, conservador de pintura del Museo del Prado de Madrid. Una vez acabado el trabajo, la obra luce resplandeciente temporalmente en el Getty Museum antes de volver a Colorado.
Se trata de dos pinturas en tablas independientes que hacen pareja. A tamaño casi natural, Adán y Eva se sitúan a cada lado del árbol del conocimiento del bien y del mal, durante el momento de pausa antes de tomar la decisión de comer del fruto. No hace falta mirar la composición demasiado tiempo para darnos cuenta de que la figura de Eva es sobresaliente en la escena, robando todo el protagonismo. Adán y la serpiente son mucho más silenciosos. Y esto es lo que hacía Cranach: por primera vez en la historia representó a Eva atractiva, estilizada, alta, con presencia… Y lo más rompedor, clavando los ojos en el espectador con una leve sonrisa al estilo Gioconda. Eva nos interpela con una mirada atrevida e intensa. Su actitud es decidida y consciente. Con la mano derecha sujeta el fruto y con la otra tira de la rama con el (fuerte) brazo en flexión. Aquí vemos una nueva narrativa de la figura de Eva, que en la historia del arte se ha representado con una actitud más suave, de ingenuidad o inocencia. Como si no supiese bien lo que estaba haciendo. Como si se tratase de un honesto error o malentendido. Esta Eva de Cranach es mucho más resuelta y energética, plasma bien lo que es realmente el pecado: la realización del mal con plena consciencia y consentimiento. Aquí vemos una Eva que, decididamente, quiso romper la relación con su Creador.
Como contrapartida, tenemos a un Adán preocupado. Se rasca la cabeza mientras mira al infinito con cejas tristes y frente arrugada. Sujeta la fruta con dejadez o, al menos, no con tanto interés. Esta contraposición de actitudes puede favorecer el pensamiento de Eva como la gran culpable; sin embargo, hay una visión muy popular que sostiene que el pecado de Adán fue peor (porque Eva no le engañó, sino que se lo ofreció).
Con este enfrentamiento de actitudes, Cranach hace una introspección en Eva donde la dota de seguridad, a pesar del desacierto. El autor emplea la psicología del poder y lo aplica en la figura femenina, potenciando la dinámica con esa mirada dirigida al espectador.
Tras esta larga restauración, las pinturas lucen más impactantes que nunca. El tratamiento comenzó con una limpieza profunda. Se eliminaron gruesas capas de barniz y se retocaron las partes dañadas. Este conjunto de limpieza e intervención nos ha devuelto una obra mucho más dimensional. Las pinturas han cambiado radicalmente su apariencia. Asimismo, la restauración ha favorecido nuevos hallazgos, como las modificaciones que el autor decidió progresivamente conforme terminaba. Adán y Eva se presentan con el título expositivo Conservando el Edén, comisariado por Anne Woollett, conservadora del Getty Museum, donde la exhibición permanecerá abierta al público hasta el 21 de abril de 2024.