Estos libros escondían cartón hecho con textos sagrados del judaísmo
Gerona llegó a albergar una comunidad judía de 800 personas y fue un centro de la cábala. Fragmentos de su cultura aparecieron en el archivo diocesano
Para María Dolores Díaz de Miranda, que fue estudiante de Medicina, antes que benedictina y restauradora de documentos, los libros antiguos que llegan a sus manos son como «pacientes» a los que diagnosticar y tratar. En esa ocasión, al taller del monasterio de Sant Pere de les Puel-les, de Barcelona, habían llegado volúmenes de los siglos XV y XVI del Archivo Diocesano de Gerona. Como siempre, al desmontarlos se fijó en todos los detalles de cómo estaban construidos. En algunos, encontró cosidos en cadeneta típicos de métodos de encuadernación orientales.
Pero lo más importante estaba por llegar. Al diseccionar las cubiertas, entre otras cosas «tenían fragmentos de textos hebreos». En esa época, explica, era frecuente que las tapas se fabricaran «pegando capas de papel que ya no servían» a modo de cartón y recubriéndolas con piel. El hallazgo no la sorprendió. Tampoco a Joan Naspleda, director del Archivo Diocesano de Gerona. En los años 80 se habían empezado a recuperar e inventariar fragmentos similares tanto en libros custodiados por ellos como en el Archivo Histórico Provincial. Un importante legado de los hasta 800 judíos que llegaron a vivir en la ciudad catalana.
En estos casos, se da la disyuntiva entre dejar los textos ahí para salvaguardar la integridad del libro o extraerlos para investigarlos. En este caso, «era más importante recuperar los fragmentos, porque cubiertas de esos siglos tenemos a miles», desarrolla el archivero. «También convenía quitarlos porque a veces tienen hongos». Después de sacarlos, continúa la restauradora, «se sustituyen por cartón moderno, que además tiene más calidad por ejemplo en cuanto al pH». Por supuesto, dejando constancia del cambio.
El biblista capuchino Enric Cortés ha sido el encargado de identificar todos estos fragmentos durante años. «Ahora estoy empezando a estudiar los más importantes», señala. Se han encontrado en las tapas restos desde libros notariales hasta registros de las limosnas del Obispado. «No se puede decir en cuántos porque algunos nos llegaron ya despegados». Pero cree que los fragmentos proceden de cientos.
Muchos son del siglo XIII. Se trata «sobre todo de textos del Antiguo Testamento en hebreo y comentarios en arameo», junto con exégesis de rabinos como Alfasi (siglos XI-XII) o Nahmánides (siglos XII-XIII) o textos del Talmud. «Lo más curioso es una página de poesía cabalística». Aunque se sabía que Gerona fue un centro importante en el desarrollo de esta corriente, era el primer escrito relacionado con ello que se descubría. Fuera del ámbito religioso, aparecieron «muchos libros de cuentas» con información sobre préstamos. Algunos resultan de gran interés porque están escritos mezclando palabras hebreas y catalanas, con caracteres hebreos —en cursiva, distintos a los de uso religioso— y sintaxis catalana. Como están escritos con indicaciones sobre las vocales, incluso «pueden tener valor para ver cómo ha evolucionado el idioma a lo largo de los siglos».
¿Cómo terminó esta riqueza documental convertida en el equivalente del papel reciclado? «Lo que pasó fueron los pogromos», responde Cortés. En Gerona hubo ataques antijudíos desde finales del siglo XIV que llevaron al progresivo descenso de la población judía hasta su expulsión a finales del siglo XV. «Se asaltaban las casas judías y sus libros se quemaban o se vendían en el mercado», donde a veces se compraban para otros usos. De esta misma época, el Archivo Diocesano de Gerona conserva también un pergamino para la mezuzá, el cilindro que los judíos colocan en sus puertas y que contiene el shemá, la confesión de fe recogida en el Deuteronomio. Algunos expertos han asegurado a Naspleda que puede ser «el más antiguo de Europa». Data del siglo XIV. Llegó a manos de la Iglesia porque «en el siglo XIX lo encontró un particular en su casa, en el antiguo barrio judío». Sus descendientes lo entregaron al seminario.
«Yo restauro por obediencia», asegura María Dolores Díaz. Cuando ingresó en las benedictinas de San Pelayo, en Oviedo, la enviaron al taller. Allí fue adquiriendo experiencia, que luego completó formándose en este ámbito. Es su forma de hacer la voluntad de Dios en el día a día. Dentro de esta entrega, además de realizar su cometido le gusta hacer maquetas y reproducir las encuadernaciones que encuentra (en la imagen). Sin embargo, en San Pelayo ya no se restaura. Luego trabajó en el taller de Sant Pere de les Puel-les, que «ahora lo gestionan seglares» por el envejecimiento de la vida religiosa y la exigencia de más profesionalización. Estando allí, Díaz entró en contacto con la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, que le encomendó unos documentos. Luego le pidieron que se incorporara a su equipo. Reside en el Hospital de Tavera (Toledo), propiedad de la fundación. Al ser la única benedictina, comparte la vida litúrgica con las hijas de la Caridad que regentan un colegio en el mismo complejo.