La agenda decorada con esmero de la parroquia de Santa María - Alfa y Omega

La agenda decorada con esmero de la parroquia de Santa María

El Libro de aniversarios de una de las iglesias de Brozas, en Cáceres, recoge los estipendios por las Misas en el siglo XVIII y las penas a sus 30 sacerdotes

María Martínez López
Fuentes trabaja con un libro de sacramentos en la sede del archivo diocesano
Fuentes trabaja con un libro de sacramentos en la sede del archivo diocesano. Foto cedida por M.ª Carmen Fuentes.

En la actualidad, la localidad cacereña de Brozas no llega a los 1.800 habitantes. Sin embargo, a finales del siglo XVIII su parroquia de Santa María —una de las dos que tiene— tuvo un cabildo eclesiástico formado por 30 miembros. De esta iglesia procede una de las joyas del archivo diocesano de Coria-Cáceres, según subraya su directora, María del Carmen Fuentes Nogales. Se trata del Libro de aniversarios rezados y cantados del cabildo eclesiástico de san Pedro, como se denominaba este organismo en Santa María.

En esta pieza, de papel y encuadernada en piel, se apuntaron las intenciones de las Misas durante los años 1787 y 1788. Era, por tanto, poco más que una agenda de la época. Con una peculiaridad: algunas fechas están acompañadas de dibujos que se corresponden con las festividades aprobadas para la diócesis de Coria en el sínodo diocesano de 1606. Por ejemplo, las fiestas de la Cátedra de San Pedro (22 de febrero) y la solemnidad de san Pedro y san Pablo, especialmente solemnes por ser el primer Papa patrono del cabildo. También, a pesar de que aún no se había proclamado el dogma, se celebraba la «Concepción de Nuestra Señora».

Fuentes afirma con entusiasmo que «no he visto otra obra igual». Aclara rápidamente que no es por la calidad de las ilustraciones. «Estamos acostumbrados a ver miniados maravillosos de copistas medievales, con mucho colorido y perfección en el dibujo». En comparación por ejemplo con la Biblia de Gonzalo de Zúñiga (siglo XV), que se custodia en la catedral vieja de Plasencia, las ilustraciones del libro de aniversarios son «muy rudimentarias». De hecho, señala que por debajo del color se descubren algunos trazos a lápiz. Del mismo modo, en los márgenes aparecen pequeños esbozos, por ejemplo manos y estrellas.

Pero precisamente por eso «causan ternura. Yo siempre me pongo en el lugar de esta persona», que quiso decorar como mejor supo un libro destinado a usarse solo de forma temporal, equivalente a los cuadernos que hoy en día puede haber en cualquier sacristía. «No sabemos quién era», reconoce la directora del archivo. Si bien las anotaciones en el libro se atribuyen al sacerdote Juan Holgado Durán, los dibujos pudo hacerlos también «alguna persona a la que él se lo encargase».

«Cortas limosnas»

No es el único valor de este volumen. Al principio, además, incluye 14 folios con la normativa para los sacerdotes de la zona, que conformaba el cabildo, y los aranceles que se pagaban en las Misas por los difuntos y los entierros. Ese año precisamente subieron los estipendios, pues «según la penuria de los tiempos y carestía de todo, se hallan los eclesiásticos con cortas limosnas para su manutención». Por ejemplo, por una Eucaristía, un responso o vísperas por algún difunto u otra intención se pasó de pagar 16 reales a 24. Cuando la celebración era en una ermita, ascendía a 30. El estipendio para los entierros comunes era también de 30 reales, y si era de un «hacendado», 100. «Los pobres normalmente eran enterrados por las cofradías o por el propio cabildo», asumiendo el coste estas entidades, explica Fuentes.

Por último, la parte final del libro desglosa «las penas que se imponían a los miembros del cabildo que no cumplían con la aplicación de lo dispuesto en las ordenanzas». Así, por ejemplo, «el hermano que viniere a la Misa acabados los kiryes (sic) pague de pena dos reales».

El libro de aniversarios se custodia en el archivo diocesano porque desde su creación en 1959, «aquí tenemos los fondos propios y también los libros históricos que depositan las parroquias». De este en concreto, su directora destaca que aunque documentos de este tipo podrían haber sido descartados una vez agotadas sus páginas y cumplida su función, «gracias a que se han conservado» son una fuente riquísima de conocimiento. «Sirve, sobre todo, para tomar el pulso de la espiritualidad de aquella época y de cómo concebían la muerte», en una mentalidad en la que «entregar esa limosna por una Misa por el alma de alguien era de alguna manera darle la salvación». Asimismo «son fundamentales para los estudios de historia de las mentalidades, de los usos y costumbres, porque recorren las actividades de las parroquias».