Víctima de abusos: «Encontré personas que me creyeron»
Una persona atendida por el Proyecto Repara, de la archidiócesis de Madrid, abusada por un sacerdote en un contexto de acompañamiento, cuenta su despertar
¿En qué momento de su proceso de sanación se encuentra?
Tras los seis años que han pasado desde que inicié mi proceso de sanación, puedo decir que me encuentro en un momento en que, a pesar de intuir algunas de las dimensiones en las que aún me queda profundizar, me siento orgullosa de todos los pasos que he ido dando. Después de casi dos años, el proceso jurídico todavía sigue abierto y, ciertamente, siento que necesito que llegue a una resolución para poder cerrar y seguir viviendo. Por mi parte, tengo la serenidad de saber que he hecho y sigo haciendo todo lo que está en mi mano por dar visibilidad a esta realidad tan dolorosa de los abusos, impulsada por el deseo de que nadie más tenga que sufrirlos.
¿En qué momento fue usted consciente de que era víctima de abuso?
Mi fase del despertar, como yo la llamo, tuvo lugar nueve años después de que se iniciara la situación de abuso que viví. Al escuchar el testimonio de una exgimnasta hablando de los abusos que sufrió por parte de su exentrenador, rompí en un llanto descontrolado y comencé a plantearme si a mí me había pasado algo parecido. También me ayudó el encontrar una página web que hablaba sobre los abusos: qué son, quién es el agresor, quién es la víctima… Todo aquello me impactó fuertemente, no podía comer ni dormir. La situación de abuso me rebasó de tal forma que había quedado como encapsulada y este fue el momento en que la capa protectora, de negación, empezó a derretirse.
¿Se ha sentido revictimizada en alguna ocasión y por qué?
La primera búsqueda de ayuda fracasó y tuve que esperar cuatro años más para comenzar mi proceso de sanación. Este fue el primer momento en que sufrí una revictimización, aunque tampoco fui consciente de ella hasta unos años después. La primera persona a la que me abrí fue a una hermana de mi congregación, a quien intenté expresar pinceladas de lo que estaba empezando a salir en mi fase de despertar. Llegó a intuir que me encontraba en una situación delicada y que necesitaba ayuda. Acordamos que era esto lo que le iba a transmitir a la superiora general. Finalmente, cuando la superiora general pasó la visita canónica a nuestra comunidad, me dijo que la hermana se lo había contado todo, que no pasaba nada pero que lo llevara a confesión. A partir de entonces surgió en mí el sentimiento de culpa y de vergüenza. Fruto de la añadida revictimización de no ser creída y apoyada por mis hermanas, padecí un sufrimiento de cuatro terribles años más de soledad y angustia, desangrándome con las consecuencias del trauma.
¿Cómo fue el paso de poner nombre a lo que estaba sucediendo?
Poner nombre a lo que me había sucedido fue muy difícil y muy doloroso. Pasé de verlo todo blanco a todo negro y era tal el vértigo por el abismo que se abría ante mí, que prefería verlo gris y lo más clarito posible. Era una realidad que me desbordaba y que no podía asimilar. Me costó incluso llamar por su nombre a la persona de quien había sufrido el abuso. El paso de intuir el abuso a poder confirmarlo con datos objetivos, aunque doloroso el reconocerme como víctima, fue importante para reconducir el sentimiento de culpa. Conocer a otra víctima del mismo agresor fue una confirmación de los hechos y un gran apoyo en el proceso.
¿Se ha sentido y se siente acompañada por la Iglesia?
En un principio me sentí profundamente sola, incomprendida, sin apoyos, sin ayudas, herida, revictimizada… hasta mi relación con Dios se vio afectada. A día de hoy, puedo darle gracias por la mediación de su cuidado, encarnado en las personas que me acompañan y en las que puedo confiar: personas especiales para mí, mis terapeutas, algunas hermanas… Gracias por iniciativas de la Iglesia como Repara.
¿Cuál ha sido el papel de Repara en su camino?
El papel de Repara en mi camino ha sido vital. En Repara he encontrado personas que me acogieron, me escucharon, me creyeron y me siguen acompañando. Conocí Repara unos tres años después de iniciar mi proceso de sanación y fue mi plataforma para poder dar el salto de materializar mi denuncia. Me ayudaron no solo a redactarla sino que me siguen sosteniendo en el proceso, me invitan a participar en dinámicas sanadoras y cuentan conmigo en distintas iniciativas para dar visibilidad y sensibilizar ante esta realidad de los abusos.
El abuso de conciencia y de poder están en la antesala del abuso sexual, cómo podemos detectar que estamos siendo víctimas de este abuso?
En mi caso, la situación de abuso se dio por parte de un sacerdote en un contexto de acompañamiento. Claramente él tenía una posición de poder y autoridad dentro de una relación asimétrica. También hay que tener en cuenta que en un acompañamiento se revelan aspectos delicados e íntimos de la persona. Hasta aquí todo entra dentro de la normalidad; el problema es cómo se ejerce esa situación de poder y cómo se usan esos datos personales: si es para el bien de la persona acompañada o para la satisfacción de los propios instintos y necesidades de quien acompaña, saltándose todo límite. Creo que, normalmente, las dinámicas de abuso tienen muchos elementos en común: el agresor aparece como una persona encantadora, entregada al servicio de los demás; utiliza artimañas para ganarse la confianza de la víctima; procura mantener a la víctima aislada, presentándose él mismo como la única persona que puede ayudarla; confunde, engaña, haciendo creer que todo es un bien para la víctima, llegando incluso a crear una relación de dependencia y/o a interpretar las Sagradas Escrituras para justificar su propio modo de proceder.
Personalmente, me fue imposible darme cuenta de lo que me estaba pasando y, por tanto, fui incapaz de reaccionar a tiempo. A modo de disociación, creé como un mundo paralelo en el que iba colocando todo aquello que me desbordaba y no podía comprender.
¿Qué diría a otras personas para que puedan reconocer su situación si se encuentran en una similar?Algunos de los elementos que me parecen de vital importancia son la dignidad de la persona y los límites de relación, aquellos que nadie puede saltarse bajo ningún concepto. En una relación de acompañamiento, por ejemplo, queda terminantemente excluido ya sea aprovecharse de la confianza y de los datos íntimos revelados por la persona acompañada, como introducir cualquier acto que atente contra su integridad, en cualquiera de sus dimensiones: física, psicológica, espiritual, sexual…
También me parece muy importante poder contar con personas de confianza con quienes confrontar todo aquello que nos impacte, nos interpele o nos resulte extraño de nuestra relación con otras personas. Cualquier argumento que pretenda aislar, del tipo «los demás son manipuladores y solo yo puedo ayudarte», «esto queda entre tú y yo, los demás no pueden entenderlo», etc. nos ha de hacer sonar las alarmas.
¿En ocasiones hay una distorsión a la hora de entender la obediencia en la Iglesia?
Ciertamente, y por lo que vemos en la práctica, hay una distorsión a la hora de entender las relaciones de autoridad y obediencia en la Iglesia, en la medida en que las mediaciones se desconectan de la única autoridad suprema y legítima que es Dios y la única que merece nuestra obediencia. Creo que también nos ha hecho mucho daño una mentalidad en la que nos han formado, en la que tanto la jerarquía de la Iglesia como los superiores en nuestras congregaciones religiosas serían como «Dios en la tierra», con unos superpoderes por los que no pudieran equivocarse, todo les estuviera permitido y cualquier mandato suyo fuera Palabra de Dios. En mi caso, aunque me creía inocente, me sentía culpable de todo y de nada y, por cumplir el mandato de la superiora, tardé dos años en llevarlo a la confesión;, paradójicamente, fue entonces la primera vez que escuché: «No eres culpable».