En Cuaresma, los conventos «no nos olvidamos de los pobres y de las guerras» - Alfa y Omega

En Cuaresma, los conventos «no nos olvidamos de los pobres y de las guerras»

En el convento de las Concepcionistas Franciscanas de La Latina viven ocho monjas que viven este tiempo «de una manera muy especial»

María Dolores Gamazo
Concepcionistas de La Latina.
Concepcionistas de La Latina. Foto: María Dolores Gamazo.

¿Cómo viven los conventos de vida contemplativa este tiempo de Cuaresma recién empezado? La madre María Paz es la abadesa de las Concepcionistas Franciscanas de La Latina. Junto con las otras siete hermanas, va a vivir este tiempo «de manera muy especial».

La madre Ascensión, con más de 70 años de vida en este monasterio, y a punto de cumplir 90 primaveras, explica que «cada una busca su vida espiritual, y ahí se centra totalmente». En este sentido, «el tiempo que pasamos ante el Señor directamente es muy especial». Pero también «procuramos estar en la presencia de Dios todo lo que se pueda, sobre todo en los momentos de trabajo». Y en la vida en comunidad: «Debemos tener cuidado para estar más unidas entre nosotras».

La abadesa añade que «como es Cuaresma, tenemos que estar unidas a la Pasión. Ir punto por punto con todas las cosas que Jesús anunciaba a sus apóstoles». A ella, por ejemplo, le ayuda pensar «¿cómo sería Jesús? Por ejemplo, en Semana Santa me centro en el discurso de despedida, después de la Última Cena. Todo ese misterio que va anunciando».

Concepcionistas de La Latina.
Concepcionistas de La Latina. Foto: María Dolores Gamazo.

Pero, antes de llegar a esa semana tan importante, hay por delante 40 días de preparación. Un tiempo, el cuaresmal, durante el cual «no se reciben visitas, a no ser que sean excepcionales o extraordinarias». Llamadas de teléfono, «solo las necesarias». «Es algo que nosotras mantenemos». Eso sí, con flexibilidad para casos extraordinarios. «Nuestras familias ya lo saben, y por eso nos llaman antes para ver cómo estamos».

En cuanto a los momentos de oración, la madre María Paz subraya que todos los días, excepto los domingos y las solemnidades, empiezan la jornada rezando el vía crucis por los claustros. «Todavía hace mucho frío, porque nos levantamos a las seis y media de la mañana». Los viernes la cambian a después de nona, a las cuatro de la tarde. «Pero lo hacemos de manera muy solemne, cantando en todas las estaciones. Y, después, completamos la tarde con un pequeño retiro, con exposición del Santísimo».

Además, añade que «los días de diario vamos del coro al refectorio, que es el comedor, cantando por el claustro». Es una costumbre durante todo el año, «pero en este tiempo cantamos el miserere: “Misericordia Dios mío por tu bondad…”. Y, los viernes, una vez llegadas al refectorio, antes de empezar a comer, rezamos en cruz el miserere. A su término nos arrodillamos, hacemos la señal de la cruz y nos levantamos».

La lectura es otro de los ingredientes adaptados a este tiempo litúrgico: «Nosotras mantenemos la lectura mientras comemos […] siempre leemos las Sagradas Escrituras, o algún texto del Santo Padre… Cosas que vamos escogiendo. Y, en Cuaresma, los textos se seleccionan mucho más».

En cuanto a las penitencias, apunta que «ya no hay ayunos comunitarios». Pasaron una temporada con muchas hermanas enfermas. «Como casi todas somos muy mayores, no se podían hacer. Así que eso se flexibilizó un poco, porque antes todo era más tajante». Pero siguen ayunando, «suprimiendo cosas o eliminando alguna comida, como la merienda. Aunque no es tan riguroso como antes».

Oración por la Iglesia y por el mundo

La madre abadesa manifiesta que «todas las oraciones, la penitencia y nuestra vida entera va enfocada a pedir por Iglesia». Obviamente, no se olvidan «del mundo, los pobres, las guerras, los perseguidos, o los conflictos que hay por todo el mundo… Pero, de manera especial, oramos para que los hombres se conviertan a Cristo».

Toda una preparación y vivencia de los momentos más importantes de la vida de un cristiano realizada por una comunidad de ocho hermanas, dos de ellas con más de 70 años de profesión y la más joven a punto de realizar sus votos perpetuos. Viven en este monasterio ubicado en el centro de Madrid, que cuenta con más de 500 años a sus espaldas, y una monja, la madre Ana Alberdi, en proceso de beatificación.