Lorena Jorna Boticario: «Cada avance es un reto en la comunicación de la Iglesia»
Tuvo «un flechazo» al poner el pie en la radio universitaria. Llegó a la diócesis de Coria-Cáceres a través de la cadena COPE, cuando entrevistó al sacerdote Jesús Moreno, entonces delegado de Medios. Desde hace 15 años ha tomado el testigo, convirtiéndose en una de las primeras mujeres en ocupar este servicio en la Iglesia. Junto a otros 50 periodistas, ha participado este mes de febrero en el encuentro anual de delegados diocesanos de Medios de Comunicación, que se ha celebrado en Murcia.
¿Comunica bien la Iglesia?
Cuenta con el maravilloso mensaje de Jesucristo. Y, detrás de él, hay miles de historias. Como la de un chatarrero que gracias a la ayuda de Cáritas ha cambiado su vida y la de su familia entrando en un curso de cocina y ahora regenta un restaurante. Como dice el Papa, se trata de «ver con el corazón cosas que otros no ven; de compartirlas y contarlas, trastocando la perspectiva y las categorías del mundo».
Cuando una es delegada de Medios, ¿se añade una misión a la vocación?
Por supuesto. Te da la oportunidad de ver cada ladrillo que sostiene la Iglesia y, sobre todo, poder mostrárselo a aquellas personas que a veces solo se fijan en la fachada. Pongo mis dones al servicio de mi trabajo. No se entendería sin mi fe detrás.
Entre tantas malas noticias que nos inundan, el reto principal es comunicar la Buena Noticia. Por eso, tenemos que salir y usar todos los lenguajes actuales. ¿Es difícil?
La comunicación de la Iglesia está en constante adaptación. Cada avance es un reto. Solamente es necesario tener ganas de innovar.
¿Cuáles son los retos de la comunicación eclesial?
Creo que los principales son tres: lenguaje, profesionalización y estar inmersos en la agenda de las personas. Además, a veces cuesta valorar la labor que se realiza en este ámbito. Tenemos que adaptar los lenguajes, así lo hacen el propio Francisco y Jesucristo con las parábolas. El Santo Padre recuerda que «solo una Iglesia inmersa en la realidad sabe realmente lo que hay en el corazón del hombre contemporáneo».
¿Y a nivel diocesano? ¿Hay que reinventarse cada día?
Hay una gran vida detrás de cada diócesis. Personas anónimas que se entregan y desarrollan una inmensa labor con migrantes, presos, enfermos, en comedores sociales, en la atención a las personas con discapacidad, contra la trata, por el trabajo decente… No siempre es sencillo el día a día porque hay que atender muchas cuestiones, pero tenemos la responsabilidad de poner el foco en quien más lo necesita.
¿Cómo afectan a las diócesis las grandes noticias eclesiales?
Vivimos en un mundo interconectado y, por tanto, una noticia que pasa en una pequeña localidad de 2.000 habitantes puede trascender a nivel nacional. Y lo mismo, en el sentido inverso, puede producir un pequeño seísmo. Lo que es necesario es aterrizar en el día a día. Porque, a veces, se tira demasiado de clichés o estereotipos.
La diócesis de Coria-Cáceres recibió un premio de prensa tras la labor que usted realizó en comunicación de crisis. Un galardón que subrayaba el saber «llegar más y mejor a la sociedad, y por la disposición que tienen para atender a los periodistas en cualquier circunstancia». ¿Hay mucho trabajo de acompañamiento a los periodistas desde las diócesis, donde casi todo el mundo es familia?
El trabajo por el que recibimos el premio fue una labor de equipo. En pocas horas creamos un gabinete de crisis, elegimos un portavoz, lanzamos varios comunicados, ofrecimos una rueda de prensa… La Asociación de Periodistas de Cáceres concedió unos meses después el Premio Pata Negra al Obispado. La comunicación en la diócesis es compleja e inmensa, con muchos niveles, pero te da la oportunidad de conocer más cerca a los periodistas. Recuerdo con cariño una vez en la que una de nuestras compañeras había perdido a su padre y, aunque ella no era creyente, rezamos por él antes de una rueda de prensa.