Un centenar de niños heridos y enfermos empiezan a salir del infierno de Gaza
Italia es el primer país europeo que pone en marcha una operación internacional de rescate de la guerra de Gaza. 29 menores ya se están curando en varios hospitales, entre ellos el Bambino Gesù del Vaticano
El retoño juguetea con una flor y un corazón fabricados con cartulinas de colores, ajeno a las cámaras plantadas en la habitación del Hospital Pediátrico Bambino Gesù donde ingresó hace diez días. Tiene 2 años, las manos rechonchas, y nunca ha conocido la paz. Nació con una enfermedad cardiaca congénita en la Franja de Gaza, un infierno incluso para los niños sanos, sobre todo desde que los ataques de Hamás en Israel desencadenaron una rutina de sangre y bombas que le despojó de la atención sanitaria y los medicamentos que necesita diariamente para vivir. Las primeras noches su madre lo dormía en el pasillo de su casa, acurrucado entre sus brazos, lejos de las peligrosas ventanas. Pero las detonaciones no cesaban.
Como muchos de sus vecinos, su familia tuvo que huir hacia el sur de Gaza arrastrando sus maletas entre cadáveres y escombros. Tras varios días apelotonados en el paso de Rafah, la única vía de escape de este territorio cercado donde viven un 40 % de los palestinos, consiguieron salir de la ratonera. Nada más pasar la frontera con Egipto, llevaron al pequeño al primer hospital que encontraron. «Ya no hay ningún hospital que pueda atender sus necesidades en Gaza. Estar aquí constituye para él y su familia una esperanza», asegura el franciscano Ibrahim Faltas, vicario de la Custodia de Tierra Santa y uno de los principales mediadores en la misión humanitaria que ha logrado traer a Italia a 29 niños, todos musulmanes. Algunos sufrían patologías previas, otros son heridos de guerra. Parte de ellos están ingresados en el hospital pediátrico del Papa; el resto fueron trasladados a otros centros sanitarios en Génova, Bolonia y Florencia.
Duras negociaciones
«He visto la sonrisa en los ojos de estos niños. Están felices», abunda el fraile. «Sus familias dijeron que habían salido del infierno. Para ellos es un sueño hecho realidad. Ninguno podía imaginarse que serían curados en Italia». Faltas voló con los primeros once niños desde Egipto en un avión militar fletado por el Ministerio de Defensa italiano. Los siguientes 18 llegaron el pasado lunes en barco al puerto de La Spezia (Liguria). El milagro fue posible después de duras negociaciones entre Israel, Palestina y Egipto y es un faro de esperanza en medio del laberinto negro que ha puesto de rodillas la capacidad sanitaria de Gaza. Con los hospitales destruidos, los heridos de Gaza son pronto moribundos. «Lo que se dice no es propaganda: las operaciones en la Franja se llevan a cabo en improvisados hospitales sin anestesia», denuncia el franciscano, de origen egipcio. Añade que «hay más de 65.000 heridos que no tienen ninguna posibilidad de ser curados». Acaba de visitar, en otra habitación, al hijo de un periodista de la cadena Al Jazeera, que perdió a 25 familiares en un mismo ataque aéreo israelí. Su mujer se recupera de las heridas en un hospital de Emiratos Árabes Unidos junto a sus otras dos hijas, a las que tuvieron que amputar las piernas.
La falta de condiciones higiénicas en Gaza, con charcos de aguas residuales que lo inundan todo, también ha abierto la puerta a todo tipo de enfermedades infecciosas. Además, la decisión de varios países de suspender la ayuda económica a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), después de que Israel acusara de participar en los atentados del 7 de octubre a doce de sus más de 13.000 trabajadores, ha intensificado el flagelo. «Si no hay un alto el fuego ya no podremos manejar las consecuencias de todo esto», incide Faltas.
Israel avanza en Gaza. Su objetivo es llegar hasta el paso de Rafah, último enclave al sur donde cientos de desplazados llevan meses hacinados contra el muro de la frontera con Egipto. La concesión de una tregua es una quimera. No hay anuncios concretos por ninguna de las partes beligerantes que acerquen a un alto el fuego o a un acuerdo que permita dar cabida a la liberación de los 136 rehenes que siguen en manos de Hamás. Además, el conflicto se sigue extendiendo a otras regiones. Tras el ataque con dron contra una base militar de Estados Unidos en Jordania en el que murieron tres soldados, Joe Biden ordenó bombardear 85 objetivos de milicias proiraníes en Siria e Irak. El primer paso de las represalias que han sumado tensión en Oriente Medio.
Este proyecto humanitario prevé poner a salvo a unos 100 niños gazatíes. El vicario de la Custodia de Tierra Santa subraya que nació gracias a la completa disposición del hospital Bambino Gesù, que rápidamente se activó para hacerlo posible. Su presidente, Tiziano Onesti, destaca que vieron clara «la urgencia de abrir un canal humanitario para poder atender a los pequeños». Se trata de un «gesto de cercanía, independiente de la religión o de cualquier cosa, porque estamos hablando de vida o muerte y nosotros siempre estamos del lado de la vida». Solo lamenta que «de momento son pocos» los menores atendidos. «Hay muchos más sufriendo». No le falta razón. Hay decenas de miles de gazatíes, muchos de ellos menores, cuya vida pende de un hilo en estos momentos debido a la devastación de los hospitales. Unicef, de hecho, ha definido a Gaza como el lugar más peligroso del mundo para ser niño.
Los adultos que acompañan a estos menores tienen la muerte y el horror grabados a fuego. Están «muy agradecidos al Papa y al Gobierno italiano». Pero «solo hablan de la pérdida, de gente cercana y de sus hogares», describe por su parte el embajador del Estado de Palestina ante la Santa Sede, Issa J. Kassissieh, que también visitó a los pequeños al día siguiente de su llegada a Italia. Por eso la asistencia psicológica es tan importante. Desde el hospital del Papa les ayudarán a tranquilizarse en el día a día y a dormir sin ataques de pánico.
El Gobierno italiano y la Santa Sede suscribieron el pasado jueves un acuerdo para construir la nueva sede del hospital pediátrico Bambino Gesù. El emplazamiento actual ya no tiene espacio para nuevas ampliaciones ni para ofrecer mejoras en las actividades sanitarias o de investigación, por lo que será trasladado al lugar que en su día fue el hospital Carlo Forlanini, en Roma.
El acuerdo, suscrito por el cardenal secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, y el subsecretario de la Presidencia del Consejo de Ministros, Alfredo Mantovano, define al Bambino Gesù como de un centro «de absoluta excelencia en el campo de la asistencia sanitaria pediátrica y de la investigación biomédica, a nivel nacional e internacional». Según informa Vatican News, Mantovano afirmó que esta decisión conjunta «es el resultado de la voluntad común de ofrecer espacios adecuados a los niños con enfermedades graves, a sus familias, a los médicos que piensan tratarlos y a la actividad investigadora».