Está claro que la carta Fiducia supplicans ha tocado un punto muy delicado y sensible, como ha reconocido el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, y requerirá un análisis más profundo hasta encontrar una formulación y una praxis serena en el conjunto de la Iglesia. Convendría, por tanto, evitar afirmaciones gruesas al respecto. En el contexto del debate suscitado, en el que resulta difícil escuchar y razonar, me ha parecido muy sugerente una respuesta del Papa al Canal Nove de televisión. Francisco explicó que «el Señor bendice a todos los que vienen… a cada persona». Así lo vemos en el Evangelio, donde es habitual que en las primeras filas para escuchar a Jesús estuviera gente, digamos, que no estaba en orden: pecadores públicos, prostitutas, recaudadores de impuestos. Sin embargo, Jesús no rebajaba su propuesta de vida; al contrario, sabemos que sus palabras sobre el matrimonio o sobre el perdón a los enemigos llegaron incluso a espantar a sus seguidores.
Tras afirmar que el Señor bendice a los que vienen, como vienen, el Papa añadió algo que no se debe silenciar: «Entonces las personas deben entrar en conversación con la bendición del Señor y ver cuál es el camino que les propone». Así sucedía, en la medida de su libertad, con los que se acercaban a Jesús: que ante su presencia (sus gestos y palabras) iniciaban un camino de conversión, como vemos en el caso de Zaqueo. Por cierto, Jesús quiso comer en su casa antes de que el recaudador mostrara signos de arrepentimiento.
En Jesús no se contradicen la afirmación de la verdad, con toda su exigencia, y la acogida de la persona que aún está distante de vivir conforme a esa verdad. Jesús daba tiempo y, sobre todo, se daba a sí mismo para que ese camino de conversión fuese posible. En esa entrevista el Papa afirma: «Debemos tomar de la mano a esas personas y ayudarlas a recorrer ese camino, no condenarlas desde el principio». Y no por ninguna estrategia, sino porque la Iglesia debe actuar como su Señor y cada uno de los que estamos en ella sabemos (deberíamos saber) que si nos mantenemos en el camino justo es porque Él nos sostiene con su gracia, a la que sin duda tenemos que responder libremente cada día.