Chomali: «Hay un intento de olvidar lo que pasó en Chile durante la dictadura»
Fernando Chomali, arzobispo de Santiago de Chile, ha traído a España y al Vaticano el documental que él mismo dirigió en Concepción sobre la lucha de los familiares de desaparecidos durante la dictadura
El último contacto que Hilda Espinoza tuvo con su marido, Carlos, fue un roce de su dedo asomando entre las puertas de un autobús que se cerraban. Lo lleva buscando desde entonces, como tantos familiares de las decenas de miles de desaparecidos durante la dictadura chilena. Pasó tiempo inventándose mentiras para acallar las preguntas de su hijo. Para María Candelaria Acevedo no hubo mentiras piadosas. Su padre se quemó a lo bonzo, desesperado por la detención de ella y de su hermano. «Estuve años creyendo que era la responsable». Pero todavía pueden bromear. Lo hacen en las reuniones de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Concepción, que se celebran en el Obispado, cuando Ester presume de que su esposo, Alfonso, «es el más lindo». Cuando no volvió de una reunión, «tuve preparado durante años un bolso con ropa, por si tenía que dejársela en la cárcel». Lo máximo que consiguió fue el relato de un informante sobre las torturas que sufrió.
Ellas y decenas de familiares estrecharon lazos buscando información y reivindicando a sus seres queridos con ayuda del Departamento de Pastoral de Derechos Humanos de la diócesis. «No soy católica, pero la Iglesia en Chile realmente estuvo a la altura», asegura Ester. «Si no hubiese sido por ella, la matanza habría sido peor». Comparten su testimonio en Miércoles 15:30. Memorias de una ausencia, un documental bautizado con la fecha de las reuniones que las han mantenido unidas más de 40 años. Religión Digital lo presentó el pasado lunes en la iglesia de San Antón, en Madrid, un día antes de que llegara al Papa Francisco. Es una apuesta muy personal de Fernando Chomali, que como obispo de Concepción era el anfitrión de las reuniones y desde diciembre está al frente de la archidiócesis de Santiago de Chile.
Herida sin sanar
—¿Qué le movió a ponerse detrás de las cámaras con un grupo de periodistas?
—Fui conociendo su testimonio, lo mucho que sufrieron, y me di cuenta de que había que dejarlo registrado. Un obispo tiene que estar abierto a todos los caminos para llegar a la gente con el mensaje del Evangelio. Aquí, es que estas mujeres, muchas sin ser creyentes, recurrieron a la Iglesia como a una madre y ella las acogió con mucho cariño y trabajó activamente para ayudarlas. Tienen una clara conciencia de una Iglesia comprometida con el sufrimiento. Quise cuidar que el documental no fuera sensacionalista y no pareciera propaganda de la Iglesia. Aunque luego ellas empujaron para que tuviera un espacio en él el obispo auxiliar en Concepción en la época, Alejandro Goic, que fue clave.
Chomali subraya que «Chile todavía no ha sido capaz de sanar esa herida». En contraste, le conmueve cómo estas mujeres «han ido rehaciendo su vida». «Perdoné hace mucho, no quiero estar con la culpa de Pinochet en mi espalda», confiesa Hilda. «Trato en lo posible de no transmitir la pena y la rabia a mi familia, a mis nietos», comparte Elizabeth, que perdió a dos hermanos. Pero oír «eso ya pasó» la indigna. «No ha pasado mientras no sepamos dónde están sus restos».
—En Concepción, en Santiago, la Iglesia creó oficinas para ayudar a las familias de los desaparecidos. ¿Se consiguió?
—Y en todo el país. Pero se logró poco en materia de reparación y de conocer su paradero. Prácticamente no hay casos. Las personas que estuvieron involucradas no han hablado, aunque la Iglesia lo ha pedido y sería muy liberador. El silencio es bien triste. Hay un intento de olvidar lo que pasó. Es un proceso difícil de comprender para mí. Ahora el Gobierno ha impulsado un plan de búsqueda. Todos los informes que hizo la Iglesia en su momento son una fuente importante de información y se están aportando. Ojalá resulte en algo. La esperanza siempre está.