Dos parroquias de Madrid abren un libro de Bautismo de deseo
Buen Suceso y Santos Juan y Pablo acompañarán a padres cuyos bebés fallecieron antes o al poco de nacer, en el proceso de ofrecer sus hijos a Dios mediante la inscripción con sus nombres y apellidos
«Que el Señor pueda consolar a los padres». Este es el objetivo de la apertura del libro de Bautismo de deseo destinado a aquellos bebés que murieron antes o al poco de nacer y no pudieron ser bautizados. La idea nació de la experiencia de la funeraria En Vela, puesta en marcha durante la pandemia para dar una sepultura digna a estos niños, y fue importada de Polonia, cuenta Helena Acín, promotora de la iniciativa. El libro se abrirá el 2 de febrero del año que viene, coincidiendo con la festividad de la presentación del Niño Jesús en el templo. Como preparación a ese momento, habrá dos encuentros, uno antes de Navidad y otro después, para vivirlo todo bajo la luz del misterio de estos días. En el encuentro previo se les entregará un cuadernillo preparado para la ocasión que invita a orar durante la Octava de Navidad en un recorrido por ocho estaciones de luz. En el Evangelio de estos días, explica Acín, «hay una Palabra muy grande para los padres». Ya el día 24 de diciembre, por ejemplo, se vive una alegría en lo oculto. Igual que el Niño nace en un pesebre pero «todo el universo queda tocado por Él», así los padres, en lo escondido, han tenido un hijo y a muchos de ellos «no se les ha dado el espacio para que vivan la alegría de un nacimiento». Algunos, aun habiendo nacido muerto su bebé, le han dicho a Helena: «El parto ha sido precioso, pudimos ver a nuestra hija». La oración hará que conecten con ese gozo.
El día 26, cuando la Iglesia recuerda a san Esteban, estos padres podrán ir sanando las «pedradas» de muchos a su alrededor —tipo «no te preocupes, te volverás a quedar embarazada»— que requieren de un proceso de perdón por su parte. El pasaje de la presentación del Niño se lee dos días en la Octava, y en ese momento, de la mano de Simeón y Ana, se hace memoria del dolor de la pérdida —«una espada te atravesará el alma»—, pero también hay una palabra de esperanza —el Salvador es «luz para alumbrar las naciones y gloria de tu pueblo Israel»—.
Con esto, los padres tendrán otra reunión al concluir la Octava para ver cómo lo han vivido y prepararse para el gesto de la inscripción del niño en el libro, con nombre y apellidos, que se realizará durante la Eucaristía, en el momento del ofertorio. Acín recuerda, además, que estas reuniones están abiertas a toda la familia; en muchos casos, los hermanos esperaban con ilusión al bebé que nunca llegó, y por eso también se ha pensado una oración para que recen por él. Y no importa, matiza, si el bebé fallecido tenía pocas semanas de gestación o si sucedió hace ya años. «Es para todos; hay muchísimos padres en esta situación».
Encontrar la misericordia
El proceso se va a llevar a cabo en dos parroquias madrileñas de forma simultánea, Buen Suceso, en Madrid, y Santos Juan y Pablo, en San Fernando de Henares. Enrique González, el párroco de la primera, puntualiza que este libro de Bautismo de deseo «propiamente no es un libro sacramental, porque el Bautismo de deseo no es sacramento, si bien produce los mismos frutos que el sacramento». En este caso, al igual que cuando se bautiza a un niño se hace «en la fe de los padres», en el de deseo también. «No hay un Bautismo, sino un reconocimiento del deseo de los padres, que es suficiente para decir con total confianza que produce los mismos frutos que el Bautismo». Cuántos padres, detalla el sacerdote, han pospuesto tratamientos oncológicos, poniendo en riesgo su propia salud, para darle a su hijo la oportunidad de nacer y recibir el Bautismo… «Si después de esta generosidad extraordinaria el niño fallece, sería completamente absurdo pensar que Dios no le vaya a dar entrada en los cielos con semejante acto heroico».
El llamado libro de Bautismo de deseo es, no obstante, un «bien enorme», en primer lugar porque se reconoce de forma explícita que es una «criatura de Dios con toda su dignidad y vida sagrada», y después porque «para elaborar el duelo es fundamental ponerle nombre y rezar por él». «La Iglesia, desde siempre, ha encomendado a los niños sin bautizar a la misericordia de Dios». De hecho, se incluyen en la liturgia, cuando el sacerdote pide al Señor acordarse de «todos los que han muerto en tu misericordia». Por eso no se trata de «pasar página» ante una pérdida de un bebé por un aborto o al poco de nacer, sino de poder hacerlo «con más paz y conciencia, y con la esperanza de que tienen un intercesor en el cielo».
¿Y los niños fruto de un aborto provocado? Serían asimilados, explica el sacerdote, a los santos inocentes, muertos «en solidaridad con Cristo víctima»; por eso se le llama en este caso Bautismo de sangre. Lleva a que estos padres «pueden tener un intercesor en el cielo que les mueva hacia la misericordia».