Hay Dios tras Auschwitz: la búsqueda en los diarios de Etty Hillesum
De cultura judía, la inquietud espiritual de esta escritora holandesa, ejecutada por los nazis hace ahora 80 años, ha hecho que universidades católicas y cardenales la reivindiquen
«Hoy tenemos necesidad de testigos y una figura como Etty Hillesum es ejemplo de un corazón inquieto que busca el sentido de la vida», explica el cardenal José Tolentino de Mendonça a Alfa y Omega. Aparte de prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, el purpurado portugués es uno de los mayores expertos en la escritora y autor de Tras las huellas de Etty Hillesum, un libro sobre la judía holandesa asesinada en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943, ahora hace 80 años. Su diario, comparado por la crítica con el de Anna Frank, revela una intensa búsqueda de Dios que también la Pontificia Universidad Gregoriana ha homenajeado en Roma con la conferencia Etty Hillesum. Algunas ideas sobre su vida y sus pensamientos.
A la luz de los escritos de esta mujer muerta a manos de los nazis con tan solo 29 años, De Mendonça refuta a «quien haya dicho que la poesía y la posibilidad de Dios se hayan interrumpido con Auschwitz». Reconoce que es un evento profundamente traumático que «ha marcado el debate filosófico y teológico de la segunda mitad del siglo pasado», pero saca a relucir el modo en que Etty Hillesum consiguió, durante aquel «infierno histórico», la creación de una «nueva gramática para hablar de Dios».
El cardenal portugués recuerda que la holandesa «tuvo la oportunidad de escapar de los Países Bajos en el contexto de la ocupación nazi» pero, en vez de esconderse, atendió a sus vecinos de Ámsterdam hasta las últimas consecuencias. Un año antes de ser finalmente deportada a Auschwitz, desde agosto de 1942 hasta septiembre de 1943, se ofreció como enfermera voluntaria en Westerbork. Era un campo de concentración para gitanos y judíos holandeses donde los nazis los hacinaban antes de enviarlos a Polonia para su exterminio. «Si llegase a sobrevivir a esta etapa, surgiré como un ser más sabio y profundo. Mas si sucumbo, moriré como un ser más sabio y profundo», escribió desde su litera durante la estancia.
- 1914: Nace el 15 de enero en Middelburg; solo seis meses antes de la Primera Guerra Mundial
- 1941: El 3 de febrero comienza a escribir un diario por recomendación del psicólogo Julius Spier
- 1942: Encuentra trabajo como mecanógrafa en el Consejo Hebraico y se ofrece como enfermera en un campo de concentración
- 1943: Es ejecutada en Auschwitz el 30 de noviembre
Gracias a un permiso especial de trabajo, Hillesum pudo volver desde allí a Ámsterdam una docena de veces y actuar como correo para los prisioneros y la resistencia. «Entendió que hay también felicidad en acompañar a los otros y dar la vida por ellos», señala José Tolentino de Mendonça, quien recalca que «esa donación de sí misma es una forma de oración». En su diario llegó a escribir: «Hay quienes para rezar cierran los ojos, se ponen la mano sobre la cara y se vuelven a su interior; pero hay otro modo de rezar que consiste en abrir los ojos y conseguir mirar la vida en su flagrante estupor, en su dolor y en su placer».
Pero Etty Hillesum no solo rezaba con su forma de mirar. En medio de las durezas del hacinamiento se comprometía a regar la fe diciendo: «Te ayudo, Dios a no abandonarme». Y aunque era de formación judía, su inquietud intelectual y su apertura a los demás le llevó leer con profusión a san Mateo, san Pablo y san Agustín. «La cosa más interesante de Etty Hillesum es que todos los caminos la conducen a Dios, tanto la lectura del Evangelio como de los poetas», explica José Tolentino de Mendonça, quien narra cómo «la primera vez que se arrodilla es para ella todo un acontecimiento».
Finalmente, el cardenal recalca que «no es en la majestuosidad de un templo sino en la soledad del barro donde Etty escribe algunas de las oraciones más extraordinarias que un ser humano pueda proferir». Recuerda cómo la persecución en Westerbrok se fue recrudeciendo, hasta acabar ella misma de prisionera. «Leyendo el diario, vemos a aquella chica caminando por el campo de concentración, objetivamente reducida a un escombro humano mientras pierde el pelo y los dientes y deformada por el hambre y el dolor, pero que dice: “Me siento la elegida del Señor”».