El grano creció y se hizo un árbol - Alfa y Omega

El grano creció y se hizo un árbol

Martes de la 30ª semana del tiempo ordinario / Lucas 13, 18-21

Carlos Pérez Laporta
Parábola del grano de mostaza. Ilustración de Jan Luyken, en la Biblia de Bowyer en Bolton, Inglaterra. Foto: Harry Kossuth.

Evangelio: Lucas 13, 18-21

En aquel tiempo, decía Jesús:

«¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé?

Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas». Y dijo de nuevo:

«¿A qué compararé el reino de Dios?

Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó».

Comentario

Jesús vino a anunciar el Reino. Vino de hecho a traerlo. Él mismo en persona es el Reino de Dios, decía Orígenes de Alejandría. Y, sin embargo, cuando ahora busca imágenes para hablar del Reino parece que todavía no haya llegado. Parece que tenga que crecer. Incluso parece que no se vea. Parece que Cristo mismo espere el Reino. Como en el grano de mostaza, que contiene en sí potencialmente todo un árbol, Cristo tiene en sí contenida toda la potencia del Reino aún por desarrollar. Sabe que en él podremos cobijarnos todos, como «los pájaros del cielo anidaron» en las ramas del árbol. Como la levadura, Jesús sabe que puede hacer crecer el mundo entero hasta llevarlo a Dios. Pero todavía no ha sucedido.

Jesús aún no lo ve. Jesús lo espera, pero no lo ven sus ojos humanos. Espera lo que no ve. Pero como lo espera, lo ve venir por todas partes. Como el amor del Padre arde en su corazón espera contra toda esperanza. No hay nada que pueda desmentir su esperanza. Por eso todas las cosas se le presentan a la expectativa del reino. Todo tiene una pausa en su interior, una reserva. Como si cada persona y cada cosa estuviesen en tensión interna. Y así, con esa mirada suya da rienda suelta a nuestra esperanza. No hay nada que nos suceda que no se encuentre atravesado por esa espera de Jesús. No hay ninguna situación en nuestra vida en la que Jesús no esté esperando con nosotros a que desvele toda la gloria de Dios.