Andrew Lloyd Webber y Julian Fellowes, siguiendo la película y el guion de Richard Linklater y Mike White, muestran en el musical School of rock —en el Espacio Ibercaja Delicias, en Madrid— a un músico fracasado con una adolescencia tardía que consigue trabajo como profesor sustituto en un severo colegio. Incapaz de seguir las normas, sí sabrá potenciar las cualidades musicales de sus alumnos y hacerlos felices. Este sencillo planteamiento propicia escenas de gran comicidad gracias al contraste entre el desastrado mundo del rock y el estirado elitismo del colegio y sus profesores. Aunque el tópico se instale a veces, la tónica general es esperanzada y evidencia que la música, como el resto de las artes, mejoran la sensibilidad, las capacidades expresivas y la personalidad de los jóvenes.
Ariel de Castro y Julio Awad dirigen la escena y la supervisión musical, mientras que José Luis Sixto se encarga de la dirección de actores y César Belda es director musical residente. La enorme calidad de este equipo se percibe en la brillante interpretación de todos, pero en especial de los más jóvenes, que son a la vez actores y músicos. Los personajes infantiles tienen más presencia que en la película y sus diálogos son complejos, así que se agradece la seguridad, firmeza y humor con el que actúan. Los intérpretes adultos están a la altura. La versatilidad de Julia Möller (tan buena actriz como cantante) la hace sobresalir como rigurosa directora de la institución educativa, pero aún más cuando se relaja en una conversación de bar magníficamente escrita y escenificada. En cuanto a Leo Rivera, se entiende que sea una estrella del musical. Es enérgico, vibrante y transmite a la perfección las insatisfechas ansias de su personaje. Llena el escenario de magnetismo y es admirable cómo domina cada situación. Lo curioso de School of rock es que Rivera tiene un alternante al que también he podido ver y que, lejos de intentar parecerse al titular (como suele ocurrir en estos casos) es tan distinto como asombroso. Se llama Iván Cózar y ofrece la naturalidad sensible, rotunda y humana del perdedor al que nunca se le borra la sonrisa de los sueños. No lo conocía y espero poder encontrarlo en muchos otros escenarios. Sea con Rivera o con Cózar, School of rock es un espectáculo muy recomendable.