Pablo d’Ors: «En mucho lenguaje eclesial hay repetición»
El escritor y sacerdote vuelve a la ficción con una serie de cuentos que aglutina con el nombre de Los contemplativos (Galaxia Gutenberg). Después de los grandes éxitos «comerciales pero, sobre todo, existenciales» de sus dos ensayos sobre la luz y el silencio, nos propone un viaje al autoconocimiento.
Después de grandes éxitos con ensayos vuelve a la ficción. ¿La gente necesita literatura o ha sido más un trabajo personal?
Soy más feliz escribiendo ficción que ensayo, aunque este es el que ha tenido más aceptación en el público; en particular las dos biografías, la del silencio y la de la luz. El éxito no solo ha sido comercial, sino existencial; han ayudado a muchas personas. La ficción es más difícil; pide más del lector, pero deja un espacio de mayor libertad, de mayor capacidad de interpretación.
Los contemplativos está formado por siete cuentos. ¿Por qué ha utilizado este recurso narrativo?
Es una colección de siete parábolas. Las de Jesús son misteriosas, abiertas; nos interpelan, nos descolocan, y eso es lo que, con toda modestia pero con toda rotundidad, busco con mis relatos. Hay una lectura primaria, que todo el mundo puede entender, pero también hay más miga detrás. Me interesa mucho la combinación de lo ligero y lo profundo.
¿La buena aceptación de los ensayos es un síntoma de que estamos necesitados de guías?
Hay una clara crisis de la religión en nuestro mundo occidental y un auge de la espiritualidad, hasta el punto de que en algunos contextos se habla de espiritualidad sin Dios. Nuestros contemporáneos siguen siendo personas que necesitan de un sentido. El lenguaje y la sensibilidad de los cristianos, en general
—puede haber excepciones—, no acaban de sintonizar del todo con el lenguaje y la sensibilidad del hombre y la mujer contemporáneos. Y por eso, cuando se encuentran con un horizonte más fresco, en diálogo con otras tradiciones —siempre digo que no se puede ser religioso sin ser interreligioso en el mundo de hoy—, que dice que la verdad es gestación, fruto del diálogo y del encuentro, muchas personas que no tienen prejuicios encuentran un alimento sólido. Esa es la razón de la buena acogida de mis propuestas literarias. Me hace feliz, porque me hace pensar que estoy recogiendo la sed del hombre y la mujer de hoy, que no es más que la mía. Y lo hago desde la tradición cristiana.
Este es un libro de homenaje a los Ejercicios de contemplación de su maestro, Jalics. ¿Qué siete partes fundamentales de su enseñanza busca en sus narraciones?
Cuerpo, vacío, sombra, contemplación, identidad, perdón y la vida cotidiana. Son los siete grandes temas. También abordo el de la naturaleza, pero me apoyo en las diez categorías básicas de Jalics. En los cuentos hablo, por ejemplo, de que la puerta de entrada al camino espiritual es el cuerpo. Ya decir esto es la bomba, porque la formación que hemos recibido los cristianos no es corporal, sino fundamentalmente mental y de devociones y reflexiones, pero no de ejercicio físico, pero es que más previo que la reflexión es el cuerpo mismo. Lo que estoy postulando es que el cristianismo es la religión del cuerpo, el Cuerpo de Cristo, y hemos olvidado esa dimensión de cultivo de uno mismo. Otro relato va sobre el vacío como punto de partida de cualquiera de nosotros en la búsqueda espiritual. Tenemos que regresar a la fuente. Vacío y plenitud son las dos caras de la misma moneda: la propia fe cristiana se apoya en la experiencia del sepulcro vacío. También hay una crítica al concepto de arte y cultura: la cultura hoy tiene un prestigio que muchas veces no merece y es legítimo preguntarse si es producto del espíritu o solamente de la mente. Y hablo de la contemplación en un cuento situado en un hospital: la parte de abajo es el cuerpo y la mente y sufriendo, y arriba está el espíritu de la contemplación. En ese relato recojo mi experiencia de diez años como capellán hospitalario, donde vi mucho dolor en las personas. El silencio me ayudó a situar todo aquello, a darme cuenta de que era un testigo privilegiado del drama de la humanidad; que no era el salvador del mundo, pero que ser observador silencioso y amoroso era un privilegio. Me emociono solo con contarlo; es el regalo de la vida.
Usted es un puente entre el cristianismo y el hombre con sed. ¿Esto trae más luces o más sombras?
Lo importante es que las cosas te las digo de manera nueva, aunque ya las haya dicho en otros momentos. Detrás de mucho lenguaje eclesial hay repetición, no verdadera recreación, porque no ha habido tiempo de reposo, de escucha suficiente, de confianza en la singularidad de cada persona, y se convierte en adoctrinamiento o buena voluntad, pero eso no es suficiente. La creatividad es un signo en el que reconocer la presencia del Espíritu. Cada instante es nuevo. Las sombras no tienen importancia; tenemos que centrarnos en la luz.