Almudena Ariza: «El dolor de una guerra ni se olvida ni se pasa»
Ha llevado a la pequeña pantalla las sencillas historias de los grandes acontecimientos de nuestra historia reciente. Ha explicado conflictos difíciles de entender y ha acercado la voz de sus protagonistas hasta nuestros hogares. Ha recorrido medio mundo: desde sus corresponsalías en Asia-Pacífico, Nueva York o París a las guerras de Afganistán, Irak y Ucrania. El compromiso de esta reportera demuestra que el periodismo que ella ejerce sigue siendo valioso, necesario y oportuno para construir sociedades libres.
¿Cuántas lecciones de vida guarda en la maleta el periodista que lucha por los derechos humanos?
Lecciones de vida uno recibe cada día en cualquier parte del mundo. No hace falta irse a las zonas de conflicto, pese a que son lugares donde te das de bruces con lo mejor y lo peor del ser humano. Por ejemplo, en Ucrania me he llevado grandes sorpresas. En este conflicto enquistado de Ucrania, hacia el que Europa empieza a mirar con olvido, hay gente que día a día sigue dando su vida por los demás. He estado con un grupo de voluntarios médicos jovencísimos que trabajan de lunes a viernes y que se dedican el fin de semana a ir por los pueblecitos más próximos a la línea del frente para llevar medicinas y atención médica. Recordemos a Emma Igual, la voluntaria española fallecida por un ataque ruso al convoy en el que viajaba en dirección a Bajmut. Ella hacía lo que ni siquiera hacen las agencias del Gobierno. Ella evacuaba a los civiles afectados que viven la guerra de una manera directa. Por eso, aunque en un principio la información sobre la guerra sea abrumadora, ese dolor ni se olvida ni se pasa y hay que seguir contándolo.
¿No se ven avances o un final cerca?
La sensación es de una especie de hartazgo y de mucho dolor. Todos los hombres de entre 18 y 65 años han tenido que partir al frente y, la mayoría, se dedicaba a otra cosa distinta: estaban en la universidad, en la oficina o tenían su empresa; ahora combaten metidos en las trincheras disparando contra los soldados que están enfrente. Separados de sus familias. Es una situación muy angustiante porque pasa un día y otro y todos son iguales. Por eso yo defiendo que los periodistas estemos sobre el terreno, aunque parezca que repitamos lo mismo o aunque a veces sea frustrante porque no interesa a nuestros medios.
Esa perseverancia en contar lo que sucede más allá de los intereses mediáticos fue una de las claves para recibir el Premio ¡Bravo! de la Conferencia Episcopal Española. ¿Supone un aliento?
Los premios son motivadores y estimulantes. También que la gente se acuerde de ti, que valore tu trabajo y la alegría que le da a mi madre. Realmente, los premios son una excusa para que se conozca el trabajo que realizamos. Creo que es muy necesario que la profesión recupere parte del crédito que ha perdido. Tenemos que reivindicarnos en un momento en el que deliberadamente se nos cuestiona y se nos desacredita, porque es mucho más fácil aludir a nuestros intereses cuando no gusta lo que publicamos. Todo ello forma parte de la demagogia y de la manipulación, de estos populismos interesados que persiguen conseguir sus intereses callando y desacreditando a los medios de información. Por eso, dentro de todo este juego, hablar bien de los periodistas y premiarlos es bastante necesario. Trabajemos por un periodismo riguroso que nos haga mejores como seres humanos y como sociedad. Hay que apostar por un periodismo constructivo, que busque soluciones, que aporte valor, que sea inspirador.
Hábleme de las periolistas.
Es un término que se ha usado mucho en redes sociales para desacreditar a muchas mujeres que ejercemos nuestra profesión con orgullo. Por eso le hemos dado una vuelta a esa palabra y queremos recuperarla como una puesta en valor de nuestro trabajo. Y, para ello, hemos creado unas bolsas de tela que son mucho más que un complemento. Llevan impreso un lema reivindicativo que da relevancia a la importancia del periodismo y la lucha contra las noticias falsas. Las bolsas, además, son el resultado de un trabajo de enorme valor realizado por un grupo de mujeres en riesgo de exclusión social. Están hechas a mano con telas sostenibles de algodón y otros materiales respetuosos con el medioambiente y representan un compromiso con la calidad y con la ética. Cuando alguien adquiere una de estas bolsas Periolistas, no solo estará apoyando el trabajo de estas talentosas mujeres de nuestro taller social, sino que también estará promoviendo valores de sostenibilidad y responsabilidad. Cada bolsa es única, hecha con amor y dedicación.