Al comienzo del curso 1994 -1995 llegó a las Hermandades del Trabajo del centro de Madrid un sacerdote joven, menudo y muy sonriente. La verdad es que aquella sonrisa joven y sincera hacía muy fácil la cercanía. Venía a nuestro centro para dedicarse, especialmente, al acompañamiento de los miembros de la Central de Juventudes, pero desde el primer momento todos le sentíamos como alguien cercano en quien confiar. Dábamos gracias a Dios por tener con nosotros un sacerdote recién ordenado, que nos hacía respirar aire fresco y, sobre todo, nos ayudaba a vivir la fraternidad que es el santo y seña de las Hermandades del Trabajo. Era José Cobo.
Muy pronto dirigió un ciclo de charlas sobre los medios de comunicación social. Nos sorprendía la preparación y la facilidad de comunicación que tenía. Fue muy importante para quienes participamos en aquel cursillo. Puedo decir que después de tres décadas es lo que me ayuda a mí a situarme ante la actualidad. Pronto la Iglesia le reclamó para otras responsabilidades fuera del Centro de Hermandades, pero la distancia física no impidió que siempre le siguiéramos sintiendo a nuestro lado, y eso ha sido gracias a aquel sacerdote recién ordenado, joven, menudo y sonriente, que sigue siendo el mismo.