Eran las cinco de la tarde del 12 de junio de 2023 y todavía seguía, con la sonrisa puesta, compartiendo su vértigo, sus recuerdos de infancia y su hoja de ruta en el gobierno que le espera con todos los periodistas que quisieron sentarse con él. No puso ni una pega ni dejó notar su cansancio tras unas semanas complicadas por el secreto a voces que había sido su nombramiento. «Don José, bájese que tenemos que hacerle una foto», y al instante esperaba en la puerta del palacio arzobispal. El arzobispo electo de Madrid, José Cobo, facilita el trabajo a quien tiene delante. También a los medios de comunicación, a quienes respeta como herramienta poderosa de evangelización, si se utilizan adecuadamente. Él sabe hacerlo con ese aplomo que, cuentan en estas páginas los que bien le conocen, le caracteriza desde joven. Solo cabe reescuchar ese fragmento de su paso por Hora25, en la SER, en el que explica que Dios no es Harry Potter sino el Dios de las pequeñas cosas, el de Juana, esa mujer sin hijo que cada día acude puntualmente a Misa. Utilizó el micrófono de Aimar Bretos como el mejor de los ambones y los usuarios de redes sociales supieron captar la fuerza del mensaje. Miles de escuchas y retuits.
Una parroquia de centenares de fieles Algunos más afines que otros. Cobo sabe que eso, y más, son los medios. Por eso apuesta con firmeza por este semanario desde su etapa como obispo auxiliar y alienta a seguir el camino editorial que nos ocupa, que no es otro que el que nos pidió el cardenal Osoro: «Seguimos el timón del Sucesor de Pedro». Por eso en estas páginas seguirán encontrando a tantas Juanas que, desde las historias mínimas, nos hablan de amores grandes. A tantos que se juegan la vida por llegar a Europa y ser capaces hasta de embarcarse once días en un timón a merced de las olas. Al sacerdote que escribe desde su parroquia en Kiev. En definitiva, a los que forman la madre Iglesia.