Se estima que los seres humanos realizan un billón de fotografías al año. La tercera red social más consumida en el mundo, Instagram, está basada principalmente en fotografías. La sociedad vive invadida por la imagen, a través de la publicidad, el diseño, el arte o los medios de comunicación. Cualquier persona dueña de un smarthphone tiene una cámara fotográfica en el bolsillo. A pesar de este statu quo visual, la prensa española ha persistido en otorgar al fotoperiodismo, de forma mayoritaria, un valor meramente ilustrativo.
Los medios de comunicación han soslayado, con honrosas excepciones, la función narrativa de la fotografía. Desde el mismo momento de su incorporación a las redacciones, a principio del siglo XX, los fotoperiodistas tendrán la condición de actor secundario en el proceso informativo. Los periódicos que introducían fotografías en su mancheta se llamarán despectivamente, como reconocía Torcuato Luca de Tena en una entrevista al diario El Pueblo Vasco en 1926, «de monos», ya que las fotografías (los monos) servían para entretener, pero no tenían la categoría de prensa seria.
El papel del fotoperiodista como apéndice técnico del redactor se ha arrastrado en España hasta nuestros días, en los que prácticamente no se contratan fotógrafos en los medios, donde estos apenas tienen peso en las decisiones editoriales y la figura fundamental del editor gráfico prácticamente ha desaparecido de las redacciones.
La percepción por una parte sustancial de la sociedad acerca de la fotografía como una simple herramienta, junto a la existencia de corrientes populares o académicas que niegan el concepto de autor creador detrás de la cámara, tiene su origen en una falta de cultura fotográfica basada en la escasa o nula formación histórica sobre fotografía en la educación reglada española.
Es por ello por lo que, ante los nuevos retos de credibilidad del periodismo y la polémica aparición de las imágenes, que no fotografías, generadas por inteligencia artificial, el fotoperiodismo como lenguaje fidedigno de la realidad debe cobrar un papel capital en la sociedad y decisivo en los medios de comunicación.