La vida tiene sentido por el amor - Alfa y Omega

La vida tiene sentido por el amor

Viernes de la 10ª semana de tiempo ordinario. El Sagrado Corazón de Jesús / Mateo 11, 25-30

Carlos Pérez Laporta
Corazón de Jesús. Vidriera en el Victoria and Albert Museum, en Londres, Inglaterra. Foto: Lawrence OP.

Evangelio: Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:

«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobres vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Comentario

Cada uno de nosotros vivimos del amor que hemos visto y hemos recibido. La paz con la que vivimos nuestras vidas depende de la seguridad con la que hemos sido amados. Mirar durante años el corazón de nuestros padres que —pese a todos sus defectos— nos han amado con un amor decidido, da ya un sentido a la vida. Porque la vida solo cobra sentido cuando es amada. La vida no tiene sentido por sus operaciones o sus goces. La vida tiene sentido solo por amor.

Por eso, Dios ha querido mostrarnos su amor revelándonos el sagrado corazón de su Hijo. «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra». Es un corazón agradecido al Padre por su manera de hacer y por su misión. «Todo me ha sido entregado por mi Padre». Vive toda su vida como un don del Padre. Vive toda su misión como un don de Dios. ¿Cómo es eso posible, si le costó la muerte? Porque en la muerte pudo realizar su corazón; porque en la muerte pudo amar con el amor infinito que incendiaba su corazón; porque pudo en la cruz dar toda su vida por los que amaba en su corazón con un amor eterno.

No hay amor más hondo; pues, hunde sus raíces en la eternidad en la que fuimos deseados y esperados. No hay amor más decidido; porque fuimos salvados con la sangre de Dios. No hay amor más certero; pues, su amor nos garantiza el sentido eterno de todos los instantes de nuestra vida, también los de oscuridad. Por eso, su corazón es nuestro lugar de reposo, el lugar donde somos amados con un amor absoluto que nos da descanso en todos nuestros desasosiegos: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».