Dorothea Schmidt, periodista alemana que renunció a su participación en el Camino Sinodal alemán, aseguraba en estas páginas hace unas semanas que muchos católicos abandonarían la Iglesia para no financiar con sus impuestos los cambios propuestos por las altas esferas, y que permanecerían en comunidades «donde la fe florece». La hipótesis se hizo vida y esta semana dos mujeres sobre el terreno nos traen ejemplos de cómo cuando se cierran puertas, se abren ventanas. Dice el jesuita Julio Martínez en su sección «Signos del tiempo» que la verdadera obediencia pasa porque los fieles no permanezcan pasivos, porque den su propia respuesta a partir de la gracia otorgada por el Bautismo. En Alemania lo están poniendo en práctica. Como en el caso de Home, un proyecto de la diócesis de Passau, donde un restaurante anexo a una capilla atrae a todo aquel que necesita una respuesta. En junio harán un gran congreso sobre la renovación de la fe y la adoración eucarística 24 horas se extiende con una rapidez inusitada. No es una cuestión de llamar a la desobediencia de la jerarquía, pero sí de reconocer que no siempre es infalible y que el Espíritu Santo sopla más allá de los despachos de la Curia.