En la distancia y en el silencio - Alfa y Omega

En la distancia y en el silencio

Martes de la 5ª semana de Pascua / Juan 14, 27-31a

Carlos Pérez Laporta
Aparición de Cristo en el cenáculo. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York.

Evangelio: Juan 14, 27-31a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo».

Comentario

«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo». ¿Qué paz es la que da el mundo? Es la paz de la inmediatez. Es la paz de la seguridad terrenal. Es la tranquilidad de los bienes materiales, de la posesión presente. Es la paz en el mundo y para el mundo. La paz en una relación, tal y como la da el mundo, es la cercanía, la comunicación constante, la visión de la persona amada. La separación genera inseguridad, angustia y tristeza. La paz mundana necesita poseer inmediata y totalmente.

En contraste, la paz de Cristo está marcada por la distancia, por el silencio: «Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. […] Ya no hablaré mucho con vosotros». No es una paz como la da el mundo, porque es el anuncio de una marcha y de unos silencios; pero tampoco se olvida del mundo, porque es una paz que no proviene del mundo, pero es una paz para el mundo y tiene que recoger al mundo en sus inquietudes. Por eso, enseguida señala su retorno y, por eso, no dice que guardará un absoluto silencio: vuelve pronto, y alguna palabra suya nos llegará.

Pero no se trata de un mero consuelo. No promete un retorno como quien se va para volver. Tampoco garantiza unas palabras como quien mantiene cierta capacidad de comunicarse en la lejanía. Habla de una distancia que aumenta la alegría. Es una distancia que se parece a un retorno, y es un silencio que se parece a una palabra. Porque cuando Cristo está en el Padre no está con nosotros, como estaba antes de su muerte, pero todo lo invade con el Padre, que es mayor que Cristo y que todo, porque todo lo trasciende: «Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo». Porque el Amor encuentra al Amado en su distancia y en sus silencios, porque todo es signo de su presencia, todo es palabra.