10 de marzo: santa María Eugenia de Jesús, la niña que conoció al Jesús del catecismo - Alfa y Omega

10 de marzo: santa María Eugenia de Jesús, la niña que conoció al Jesús del catecismo

Esta joven francesa no conocía de nada a Jesús a pesar de saberse el catecismo de memoria. Perdió a su familia, se convirtió en Notre Dame tras escuchar a un sacerdote y fundó la Congregación de la Asunción

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
La religiosa hacia el final de su vida. Foto: Religiosas de la Asunción.

«Pasé algunos años cuestionándome sobre el fondo y el efecto de creencias que no había entendido. Mi ignorancia sobre la Iglesia era inconcebible y, sin embargo, había recibido las instrucciones comunes del catecismo». Estas palabras de santa María Eugenia Milleret en 1841 recordando su infancia podrían ser compartidas hoy por muchos que recibieron una buena formación de niños, pero, sin embargo, adolecen de un encuentro real y verdadero con Dios. A paliar esta carencia dedicó la santa toda su vida, después de su conversión.

María Eugenia nació en Metz (Francia) el 26 de agosto de 1817, en el seno de una familia muy bien posicionada. De hecho, vivió su infancia entre la mansión de los Milleret en Brou y la extensa propiedad de su familia en Preisch. Su padre era un descreído hombre de negocios que trabajaba en el mundo de la banca, pero sin embargo quiso que su hija recibiera una buena formación religiosa.

La indiferencia de su familia hacia la fe no fue obstáculo para que la pequeña tuviera una fuerte experiencia mística el día de su Primera Comunión, en la Navidad de 1829. Cuando regresaba a su banco tras recibir por primera vez el Cuerpo de Cristo escuchó dentro de ella una voz que le decía: «Perderás a tu madre, pero yo seré para ti más que una madre. Llegará un día en que dejarás todo lo que amas para glorificarme y servir a esta Iglesia que no conoces». Años después escribiría recordando esa experiencia: «En el momento en que recibí a Jesucristo fue como si todo lo que había visto en la Tierra, y hasta mi madre, no fueran más que una sombra pasajera. Mis ojos se cerraban a todo lo que había visto hasta ahora para abrirse a quien lo era todo para mí».

Sin embargo, fue a partir de ese primer encuentro con Jesús cuando su vida comenzó a ir cuesta abajo. En los meses siguientes su padre se arruinó y tuvo que vender sus propiedades. El matrimonio se rompió y María Eugenia se fue a vivir con su madre a París, perdiéndola en 1832 en apenas unas pocas horas a causa de un brote de cólera. Sola en el mundo, fue acogida por varias familias que no dieron con la manera de curar la herida abierta en su alma por las pérdidas.

Todo cambió en 1836. María Eugenia decidió acudir a la catedral de París para escuchar una plática cuaresmal. «Mi vocación data de Notre Dame», contaría más tarde. Ese día escuchó a un conocido sacerdote llamado Jean-Baptiste Lacordaire, considerado el mejor predicador francés del siglo XIX. Lacordaire sabía cómo llegar al corazón de una juventud descristianizada por los estragos de la Revolución francesa, ya que él mismo acabó desencantado por sus postulados y acabó convirtiéndose al catolicismo. «Su palabra daba respuesta a todos mis pensamientos, completaba mi comprensión de las cosas. Me daba una generosidad nueva y una fe a la que nada haría ya vacilar. ¡Estaba realmente convertida!».

Lacordaire aconsejó a la joven paciencia, lectura y oración. Inquieta por su lugar en el mundo, entró en el noviciado con las hermanas de la Visitación, en La Côte-Saint-André, pero las abandonó sin haber llegado a hacer los votos.

Durante una peregrinación al santuario de Sainte-Anne d’Auray se sintió llamada a fundar un instituto de enseñanza que educara de verdad en la fe a las jóvenes. Así nació, el 30 de abril de 1839, la Congregación de la Asunción. Durante décadas, María Eugenia dirigió una institución que rápidamente se extendió por todo el mundo, llevando a todas partes «una vida contemplativa iluminada por los estudios religiosos y el principio de una vida activa de fe», un propósito que hoy hacen realidad sus religiosas en 33 países del mundo.

Los últimos años de su vida los marcó la enfermedad. Perdió la movilidad y el habla, pero ganó una dulzura asombrosa. Al final solo repetía: «Estoy mirando a mi Señor. Es mirándolo a Él cómo aprendemos a amar».

Bio
  • 1817: Nace en Metz
  • 1829: Recibe una inspiración de Jesús al tomar la Primera Comunión
  • 1830: Su padre se arruina
  • 1832: Muere su madre
  • 1836: Acude a Notre Dame y se convierte
  • 1839: Funda la Congregación de la Asunción
  • 1898: Muere en París
  • 2007: Es canonizada por Benedicto XVI