Emilio Rocha Grande: «El Gobierno marroquí confía en la Iglesia»
Tras un año como administrador, este franciscano madrileño es el nuevo arzobispo de Tánger, una comunidad cristiana «pequeña y con un rostro cada vez más oscuro»
¿De dónde le viene la vocación?
De mi parroquia en Madrid, la de los Dolores, en San Bernardo. Como no era buen estudiante, trabajaba en el Banco de Vizcaya. En ese contexto surgió la llamada vocacional. Me sentí atraído por Francisco de Asís y comencé mi camino como franciscano dejando el trabajo. Entré en la entonces provincia de Castilla. Pasé por varias comunidades hasta que, en 2015, todas las provincias de España se unificaron en una, la de la Inmaculada. He estado en Ávila, Toledo, Roma, Murcia y Cáceres. En este último destino, en una comunidad dedicada a la oración en el convento de El Palancar.
¿Solo a la oración?
La provincia de la Inmaculada vio la necesidad de que, al menos, una comunidad se dedicara a la oración. La única actividad pastoral es la parroquia del pueblo, de 80 habitantes. También animamos grupos de oración, damos retiros, ejercicios…
Estaba allí cuando lo llamaron para ser administrador apostólico de Tánger, hace ahora un año.
Estaba haciendo la compra. No había por mi parte ningún deseo de ser administrador u obispo, pero tampoco ningún motivo evangélico para decir que no.
¿Cómo ha sido este año en Tánger?
Tras el primer mes a la expectativa, me empecé a mover. La diócesis llevaba tres años sin obispo y estaba adormecida en algunos aspectos. Creamos comisiones y delegaciones y reanimamos la actividad. Recorrí el territorio y entré en contacto con las fuerzas más vivas. Aquí no hay sacerdotes diocesanos, son todos religiosos, y los fieles, extranjeros. No hay marroquíes católicos, pues el islam es la religión del país.
¿Qué Iglesia se encontró?
La Iglesia en Tánger y en Marruecos es una Iglesia insignificante, pero significativa. La diócesis tiene cuatro millones de habitantes, pero católicos solo hay 3.000. Como no se puede hacer un anuncio explícito del Evangelio a la población marroquí, utilizamos el lenguaje de la caridad. Es una realidad que se está enriqueciendo con jóvenes subsaharianos que vienen a estudiar becados por el Gobierno marroquí o han migrado y no tienen documentación. Están revitalizando las parroquias. Es una Iglesia pequeña y de color cada vez más oscuro, centrada en la dimensión caritativa.
¿Cómo es la relación con los musulmanes?
Espléndida. La población marroquí es muy acogedora y nos valora. El diálogo en lo cotidiano es normal y fluido. También con las autoridades.
El nuevo arzobispo de Tánger nació en Madrid el 8 de mayo de 1958. Ya en la Orden de los Hermanos Menores, los franciscanos, hizo su profesión solemne en 1982 y fue ordenado sacerdote en 1991. En la orden ha sido profesor, guardián de convento, maestro de postulantes y profesos temporales, formador, vicario y visitador. El 25 de febrero de 2022 fue nombrado administrador apostólico de Tánger.
Hablaba de la caridad, que es importante en este contexto, ¿no?
Como decía, por ley no está permitida la evangelización directa a los marroquíes, pero entienden la acogida, la escucha y la oración. Este lenguaje es bien acogido por el Gobierno marroquí, que llega a concreciones como pedir a las Religiosas de Jesús-María que se encarguen de la tutela de un grupo de niñas vulnerables. El Gobierno confía en la Iglesia católica y por nuestra parte la relación es buena.
En las obras de la diócesis hay trabajadores musulmanes.
El 99 %. Y están integrados en el ritmo cotidiano. Una sociedad musulmana tiene valores afines a los cristianos. Hay que diferenciar entre una sociedad islámica y una sociedad islamista.
¿Qué me puede decir de la realidad migratoria?
Es un tema fundamental para la sociedad marroquí y para la Iglesia, pues muchos migrantes terminan aquí. Monseñor Agrelo hizo una opción fortísima en 2011 y continúa. Trabajamos en varios frentes: en los países de origen, para que no tengan la necesidad de migrar, y con los que pasan por Marruecos para quedarse o como etapa en su camino a Europa, a los que ofrecemos atención básica, soporte legal y formación. Vamos a seguir trabajando en este asunto, si bien no con la fuerza con la que lo hacía mi predecesor. Quiero fomentar el trabajo con la familia, la juventud, la liturgia, el catecumenado… elementos que habían quedado desdibujados ante la emergencia de las migraciones.
¿Cómo vivió la tragedia en Melilla el pasado mes de junio?
Directamente. Nador, que es parte de nuestra diócesis, linda con Melilla. Lo vivimos con dramatismo y dolor. Hubo muchas víctimas. Son víctimas injustas de una violencia que no debería existir y que tendría que llevar a plantearnos que la gestión migratoria no se resuelve con vallas ni fronteras.
Familia, jóvenes, catecumenado… ¿Cómo va a trabajar estos aspectos?
Creamos una Comisión de Evangelización, de la que se encarga un joven sacerdote javeriano del Chad. Por ejemplo, este verano vamos a celebrar la JMJ. Como no podemos viajar a Lisboa por los visados, lo vamos a hacer en el centro de la ciudad con una pantalla gigante. Ya hay 100 jóvenes apuntados. Además, queremos reorganizar la catequesis, pues nuestra realidad es de adultos.