Los obreros son siempre pocos - Alfa y Omega

Los obreros son siempre pocos

Martes de la 6ª semana del tiempo ordinario / Lucas 10, 1-9

Carlos Pérez Laporta
Foto: Freepik.

Evangelio: Lucas 10, 1-9

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.

Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.

Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”».

Comentario

Jesús vivía en constante obediencia la limitación del tiempo y de espacio, en contraste con la eternidad que venía a traer. Él experimentaba en sus propias carnes la poquedad del obrar humano para la gran obra de Dios. Por eso, a sabiendas de que los suyos harán la misma experiencia, dice: «La mies es abundante y los obreros pocos». Incluso cuando son muchos los alistados en la empresa de Dios, los obreros son siempre pocos y la mies abundante. Porque la obra de redención excede siempre el obrar humano: salvar a los hombres, llevarlos a Dios, es una tarea que no puede limitarse a las actividades terrenales de la Iglesia. No basta el número. Lo que hacemos nunca es suficiente y nunca es todo. La mies siempre es mayor que el conjunto de las obras, y siempre supera a los obreros.

Es el envío mismo de Dios lo que da valor positivo a esa insuficiencia humana de la Iglesia, y la hace sacramental (veluti sacramentum como dice el Concilio, LG 1), signo de la plenitud que Dios es. Por eso añade: «Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies». No son las obras de la Iglesia por sí mismas las que redimen la humanidad, puesto que no son suficientes, sino que señalan la eternidad. La Iglesia está siempre de camino —«¡Poneos en camino! […] No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias»—, y de esa manera lleva a los hombres a la salvación. La Iglesia apunta así más allá de sí. Como le ocurre a Pablo y Bernabé: «Los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y creyeron los que estaban destinados a la vida eterna». Así sucedió también cuando Cirilo y Metodio escribieron por vez primera en eslavo: «El reino de Dios ha llegado a vosotros».