Posiblemente, la mejor cantante de himnos espirituales haya sido Mahalia Jackson. Un talento de Nueva Orleans que falleció a los 60 años en Chicago por diabetes. Un personaje muy influyente en la cultura norteamericana que cantó delante de presidentes, de activistas como Luther King o de emperadores japoneses como Hirohito. En 1956 publicó el álbum Bless this house, donde se incluía una canción llamada de la misma manera que es todo un clásico de la cultura popular religiosa del país de los campos de algodón.
La letra fue compuesta en 1927 por una inglesa llamada Helen Taylor, y la melodía por una amiga suya australiana llamada May Brahe. Esta última es la única nativa de Oceanía que tuvo reconocimiento internacional antes de la Segunda Guerra Mundial y que cuenta con centenares de composiciones. De forma original, la canción se tituló Bless the house, aunque rápidamente cambió el nombre cuando el tenor irlandés John McCormack la grabó en Londres en 1932, donde contó al piano con Edwin Schneider. McCormack acabó nacionalizándose estadounidense y convirtiéndose en parte de la nobleza papal de la Santa Sede.
El tema de música religiosa pide a Dios que bendiga cada una de las partes que se pueden encontrar en una casa, y al final acaba pidiendo al Señor la bendición de todos los integrantes del hogar: «Bendícenos a todos / y que ese día / podamos habitar contigo / oh Señor». La portada del disco que Mahalia publicó hacía ver a la sociedad de la época que lo cotidiano y habitual en los hogares era eso mismo que hacía en la fotografía. Bendecir la mesa antes de comer teniendo todo preparado y dando gracias por los bienes. En Estados Unidos mucha gente acabó asociando este tema al Día de Acción de Gracias, que se celebra cada cuarto jueves del mes de noviembre para honrar la cosecha.
Es una de esas canciones espirituales que la mayoría de ciudadanos conoce y donde muchos han llegado a buscar la inspiración. Además de Mahalia, ha habido varios artistas que la han grabado en algún momento de sus carreras. Desde el televisivo Perry hasta la activista hollywoodiense Doris Day, pasando por una de las grandes versiones de la historia, que recayó en manos de la británica Vera Lynn. Ahora bien, escucharla en la voz de la reina de la música góspel es un placer difícilmente superable.