«La violencia contra la mujer es antievangélica»
Los expertos explican la oleada de crímenes machistas por la negación de la violencia, la escasez de recursos o la crisis de identidad masculina. La Iglesia se vuelca en la sensibilización y la atención a las víctimas
El pasado 23 de enero un hombre mató presuntamente en Valladolid a su pareja, una mujer de 45 años, y a su hija menor de edad. Es el último caso, ya incorporado a la estadística por el Gobierno, de una oleada de crímenes por violencia de género en los últimos meses. En lo que llevamos de enero ya son seis las mujeres asesinadas, una de las cifras más altas de los últimos años y solo superada por las siete que se contabilizaron en 2006 a estas alturas. El pasado diciembre fue especialmente duro, con once muertes, el 22 % de todas las de 2022: 49. Aunque la estadística anual no crece significativamente, tampoco baja: cada año mueren en torno a medio centenar de mujeres. Todas con nombres y apellidos. De todas las clases sociales. Con estudios y sin ellos, adolescentes y mayores en edad de jubilación. Mujeres como Paloma, la víctima de Valladolid. Y con hijos con un futuro por delante truncado. Desde 2003, la violencia machista se ha llevado por delante la vida de 1.188 mujeres.
Rosa San Segundo es catedrática de la Universidad Carlos III y experta en violencia de género. Afirma que estas cifras explican bastantes cosas. En primer lugar, refiere la corriente que niega la existencia de la violencia. «Los asesinatos se han invisibilizado toda la vida. En la dictadura no eran punibles porque se justificaban por honor y, hasta que entró en vigor la ley de violencia de género, el asesino podía cobrar la pensión de viudedad. Se ha avanzado mucho, pero que se niegue ahora, incluso por políticos, es grave», explica a Alfa y Omega.
También es un problema el escaso desarrollo de las políticas de igualdad y que se está dando la espalda, por parte de la Administración, a las asociaciones que trabajan en este campo y que son «especialistas». «Algunas han tenido que despedir a personal porque no reciben subvenciones y, por tanto, ya no pueden atender a las mujeres. El tema es grave, porque donde no llega el Estado, lo hacen las ONG. La democracia es la sociedad civil organizada», explica. Por último, reclama una mayor formación en violencia de género en todos los ámbitos, especialmente en el sistema judicial.
Fernando Vidal, sociólogo y director de la Cátedra Amoris Laetitia de la Universidad Pontificia Comillas y la Fundación Casa de la Familia, hace una reflexión novedosa para explicar el incremento de la violencia. En su opinión, la situación, lejos de ser un remanente del pasado, es una cuestión del presente y del futuro. Son tres las causas: la incertidumbre en torno a la masculinidad, la incapacidad para la frustración, «para acabar historias y recomenzar», y el desprecio por la vida. «Se ha vaciado la identidad masculina. Ya no se sabe qué significa ser varón y padre, y hay una fuerte crítica social al papel de los hombres. Al no ser construida en positivo, genera malestar», afirma. Esta cuestión y las otras dos demuestran que en la base de la violencia de hoy está «el nihilismo». Así, el sociólogo apunta que la Iglesia tiene que tomar parte en el asunto.
La labor eclesial lleva en este campo años de recorrido a todos los niveles: desde la sensibilización al acompañamiento de las víctimas. En 2017, por ejemplo, se puso en marcha en la archidiócesis de Madrid la Comisión Diocesana para una Vida Libre de Violencia contra las Mujeres. Hoy la coordina Julia Almansa, que afirma que la Iglesia debe estar «al lado de las víctimas de una manera inequívoca» y hacer que las parroquias y comunidades «sean espacios de seguridad y sanación para las mujeres, donde se sientan acogidas, escuchadas y no juzgadas, y puedan tomar decisiones». «La violencia contra la mujer es antievangélica», añade.
Hay también comunidades religiosas que siempre han estado atentas a los sufrimientos de las mujeres, como las Apostólicas del Corazón de Jesús, que canalizan su trabajo frente a esta lacra a través de la Fundación Luz Casanova. Tienen varios recursos concertados con la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital para ofrecer una salida a las víctimas. Destacan dos proyectos concretos, uno para adolescentes y otro para mayores de 65 años, dos colectivos con problemas. «Estamos viendo un retroceso en la visión de los jóvenes y adolescentes sobre la violencia de género. Genera bastante rechazo entre ellos», explica Elena Valverde, responsable de Igualdad de la fundación. Pero sigue habiendo víctimas: «Nos llegan niñas cada vez más jóvenes, con 12 años, y una violencia grande». La otra realidad es la de las personas mayores, que «no llegan a los recursos» y que, en algunos casos, ya han normalizado su situación. «Han buscado ayuda y no se les ha dado. Tienen esa visión de que es lo que les ha tocado y algunas, creyentes, hablan incluso de la voluntad de Dios. Muchas querrían salir de la violencia, pero no pueden y acaban verbalizando que será así hasta que se mueran o enviuden», añade Valverde.
Cáritas Diocesana Toledo, a través de Rompe tu silencio, ha atendido a casi 200 mujeres y 260 menores en cuatro años. En 2022 fueron 41 mujeres y 59 niños, con una subida del 8 %. «El proyecto está en crecimiento porque la necesidad va en aumento», explica Virginia Sanz, la directora del proyecto.