El Papa presenta el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Una respuesta a la apostasía silenciosa de Europa
¿Se acuerda usted de las catequesis de su parroquia, o de las clases de Religión en el colegio? Posiblemente, las imágenes que le vengan a la cabeza le parezcan como uno más de los típicos recuerdos en la infancia de cualquiera. Y, sin embargo, hay un peligro real de que para las nuevas generaciones esas escenas no tengan ya nada de normal. Occidente —en especial Europa— necesita urgentemente una nueva evangelización
Benedicto XVI ha decidido responder a la madre de todas las preguntas pastorales actuales, y ha creado un dicasterio de la Santa Sede —organismo al servicio del Papa en el gobierno de la Iglesia universal— para que ayude a las diócesis y comunidades cristianas del mundo a anunciar el Evangelio en el nuevo contexto social y cultural. Se trata del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Al frente del nuevo dicasterio, el Papa ha puesto al arzobispo italiano monseñor Rino Fisichella. A nivel de reforma de la Curia romana, se trata de la decisión más importante de este pontificado, por la que podría ser recordado por los historiadores de la materia.
Benedicto XVI acoge de lleno, con esta iniciativa, la advertencia que ya había lanzado el cardenal Antonio María Rouco Varela, como relator general del Sínodo de los Obispos para Europa, celebrado en 1999 en el Vaticano, cuando constató la apostasía silenciosa que está viviendo Europa. Los periodistas que presenciamos aquella cumbre eclesial recordamos cómo el cardenal Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, asentía con la cabeza ante el análisis del arzobispo de Madrid. Se vuelve a cumplir la advertencia que ya había lanzado san Gregorio Magno: «Los fieles nos dejan y nos abandonan, y nosotros permanecemos en silencio».
Un mundo que vive como si Dios no existiera
El Santo Padre, según ha explicado en la carta apostólica, en forma de motu proprio, Ubicumque et semper, que anuncia la creación del nuevo consejo vaticano, hecho público el pasado 12 de octubre, busca precisamente salir al paso de la situación de «países y naciones enteros en los que, en un tiempo, la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa», pero que ahora «están sometidos a dura prueba e, incluso, alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo».
«Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado primer mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo —si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria— inspiran y sostienen una existencia vivida como si no hubiera Dios», explica el Papa en el análisis de la situación, basándose en los escritos que ya había dejado Karol Wojtyla.
De este modo, Benedicto XVI institucionaliza y relanza el gran legado dejado por el pontificado de Juan Pablo II, quien acuñó el término nueva evangelización. No es nueva porque anuncie un nuevo mensaje. No, el mensaje del Evangelio es el mismo de hace dos mil años. A partir de ahora debe ser nueva, como decía Juan Pablo II, «en su ardor, en sus métodos, en su expresión».
A monseñor Fisichella, el presidente del nuevo organismo vaticano, se le ha preguntado con insistencia cuál será la misión del Consejo y cuáles serán sus primeros proyectos. Queda todavía mucho por concretar y perfilar, pero el arzobispo ha dejado ya muy claro que no se trata de crear una nueva burocracia eclesial. El Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización se dedicará a combatir el relativismo, que siempre ha denunciado el Papa Benedicto XVI, y a difundir «una correcta antropología» en medio de una mentalidad marcada «por las consecuencias del secularismo», el cual «tiende a alejar al hombre contemporáneo de su relación fundamental con Dios», afirma monseñor Fisichella. Se trata de pasar de una visión de la existencia sin Dios a una vida con Dios, aclara.
Cinco misiones concretas
El Papa ha dado a monseñor Fisichella, y al equipo que ahora tendrá que crearse en torno a este consejo vaticano, cuatro misiones fundamentales, sobre las que el prelado ha confirmado a Alfa y Omega que ya está trabajando. Ante todo, el nuevo organismo debe «profundizar en el significado teológico y pastoral de la nueva evangelización», de manera que toda la Iglesia, en particular la que desempeña su misión en Europa, sea profundamente renovada.
En segundo lugar, el consejo debe «promover y favorecer, en estrecha colaboración con las conferencias episcopales interesadas», la nueva evangelización, y se sugiere que, en los países en los que la secularización está causando estragos, se cree un organismo especial para «el estudio, la difusión y la realización del magisterio pontificio relativo a las temáticas ligadas a la nueva evangelización».
En tercer lugar, el nuevo el nuevo organismo vaticano deberá «dar a conocer iniciativas ligadas a la nueva evangelización que ya se están aplicando en las diversas Iglesias particulares y promover su realización de nuevo, implicando activamente también los recursos presentes en los Institutos de vida consagrada y en las Sociedades de vida apostólica, como también en las agregaciones de fieles y en las nuevas comunidades».
En cuarto lugar, el Papa pide a monseñor Fisichella y sus futuros colaboradores «estudiar y favorecer la utilización de las modernas formas de comunicación, como instrumentos para la nueva evangelización».
El Papa deja como quinta misión lo que quizá sea el fruto más vistoso de esta nueva iniciativa: «Promover el uso del catecismo de la Iglesia católica, como formulación esencial y completa del contenido de la fe para los hombres de nuestro tiempo».
Con las nuevas tecnologías de la comunicación
De la catequesis depende en buena parte la apuesta actual de la Iglesia, y se convertirá en el termómetro del impacto de esta iniciativa papal. Si, dentro de cinco años, la catequesis y la enseñanza de la religión católica no ha sabido adaptarse al nuevo lenguaje educativo, a las nuevas posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, posiblemente podrá decirse que el sueño del Papa habrá quedado truncado. Si en cinco años se revitaliza la enseñanza del Catecismo, que puede beneficiarse no sólo de las nuevas tecnologías de la comunicación y la pedagogía, sino también de Internet y los dispositivos móviles, entonces veremos una respuesta creíble por parte de la Iglesia católica a las preguntas del hombre en el contexto de hoy.
En juego está la posibilidad de que las nuevas generaciones de la era de la comunicación conciban un mundo y sus relaciones desde la verdad de la existencia de Dios.
La creación del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización me ha llenado de alegría, de agradecimiento y de esperanza. Porque he visto que el Papa actual ha creado un organismo permanente y universal para llevar a la práctica el magisterio de Pablo VI y, muy especialmente, del Venerable Juan Pablo II sobre la nueva evangelización. Algo que es, no sólo muy conveniente, sino absolutamente necesario y urgente, si queremos responder a lo que Dios espera de nosotros en este momento, a la vez comprometido y apasionante, en que nos encontramos.
Todos sabemos, en efecto, que la gran mayoría de europeos ha sido afectada por los fenómenos de la secularización, el relativismo y el paganismo. Esto se hace notar, de modo particularmente claro, en las nuevas generaciones. Baste pensar, por ejemplo, que son muchísimos los que se han apartado de la práctica religiosa, rechazan el magisterio de la Iglesia en cuestiones tan nucleares como la transmisión y defensa de la vida, el matrimonio, la familia, las relaciones extraconyugales, la justicia social, las verdades objetivas, etc. El resultado final es que nos encontramos ante una realidad estremecedora: la mayor parte de los europeos y españoles están bautizados; pero son muy pocos los que están evangelizados y convertidos, y su vida práctica es claramente pagana. Si a ello añadimos que aumenta el número de quienes no reciben el Bautismo en la primera infancia y ni siquiera en la edad escolar, en pocos años será notablemente alto el número de adultos no bautizados.
Es absolutamente urgente e imprescindible realizar una nueva evangelización, un anuncio claro y explícito de Jesucristo (de su Persona, de su obra salvadora, de su doctrina) y pasar de una Iglesia con parámetros de época de cristiandad a otra decididamente evangelizadora.
Por eso, ¿cómo no alegrarse y llenarse de esperanza y optimismo pastoral ante la creación de un organismo que nace con el objetivo preciso de poner medios concretos para que surjan un nuevo impulso evangelizador entre los pastores y fieles, y nuevos métodos de acción pastoral? Me parece que las Conferencias Episcopales, los organismos diocesanos y todas las realidades somos convocados para colaborar estrechamente y en plena comunión efectiva y afectiva con el nuevo Consejo Pontificio.
+ Francisco Gil Hellín
arzobispo de Burgos y miembro de la Comisión episcopal de Apostolado Seglar