El cardenal Bertone intentó convencer a Benedicto XVI para que no renunciara
Los más estrechos colaboradores del Papa alemán, como quien fue su número dos o Georg Gänswein, su secretario, relatan estos días momentos significativos del pontificado
En todos los años que el cardenal Tarcisio Bertone colaboró con el Papa Benedicto XVI como su secretario de Estado, solo estuvo en desacuerdo con él en una ocasión. Pero se trataba de una decisión clave: la histórica renuncia del Papa alemán al ejercicio del ministerio petrino. «Me lo dijo en la primavera del año anterior, el 30 de abril de 2012», relata en entrevista con la corresponsal de COPE en Roma y colaboradora de Alfa y Omega, Eva Fernández. «Pensaba sinceramente que estaba cumpliendo la voluntad de Dios».
«Me quedé sin palabras y al principio pensé que era algo pasajero y que no lo iba a confirmar». La idea le generó una gran angustia, reconoce. Intentó retrasar la renuncia, diciéndole que ya abordarían ese tema durante el siguiente año. «Luego lo hablamos otra vez, con mucha mayor meditación y tranquilidad, durante el verano en Castel Gandolfo en el mes de agosto. El Papa me confirmó enérgicamente su decisión».
El cardenal Bertone intentó hacerle cambiar de idea, pero lo máximo que consiguió fue que retrasara el hacerla pública. En un principio había pensado que fuera antes de esa Navidad. Pero «había prometido completar la trilogía sobre Jesús de Nazaret» con el volumen sobre la infancia de Jesús. Completarlo fue una de sus últimas tareas.
Cuando se hizo pública la noticia, «suscitó asombro y consternación en todos», recuerda el secretario de Estado emérito. «Al mismo tiempo, con su decisión» Benedicto XVI «declaraba que el verdadero guía, el verdadero Sumo Pontífice de la Iglesia, es Cristo y es él quien guía a la Iglesia».
Intelectual y hombre de gobierno
Otra decisión de Benedicto XVI que el cardenal Bertone no olvidará es cuando, en 2009, le presentó su renuncia al cumplir 75 años. En un momento en el que el secretario de Estado estaba siendo muy criticado en los medios, el Papa le escribió una carta diciendo que no quería privarse de su preciosa colaboración. Su número dos lo ha definido como un hombre de «escucha, consejo, amistad, mansedumbre y valentía».
Aunque era un gran intelectual y un hombre espiritual, subraya que «los obispos le pedían también consejos sobre el estilo de gobierno de la Iglesia», porque fue alguien que «supo abordar concretamente los problemas de las iglesias locales». Por último, ha revelado que disfrutó mucho sus visitas a España y su amistad con los cardenales Rouco Varela y Antonio Cañizares.
Dolor por el rito extraordinario
Estos días de velatorio se han dado a conocer también dos aportaciones del más cercano colaborador de Benedicto XVI, su secretario Georg Gänswein. En una conversación de media hora con el semanario católico alemán Die Tagespost, Gänswein afirma que la publicación el año pasado del motu proprio Traditionis custodes, que limitaba y sometía a un mayor control la celebración de la Misa en el rito extraordinario.
«Creo que lo leyó con dolor en el corazón», y que supuso un «recorte». Al permitir Benedicto este uso con el también motu proprio Summorum Pontificum en 2007, «quería ayudar a esos que simplemente encontraron un hogar» en esta liturgia a encontrar «paz interior, paz litúrgica, para apartarlos de Lefebvre».
«No estoy cómodo» con la decisión del Papa Francisco, reconoce Gänswein. Durante «muchos siglos», esta liturgia «fue la fuente de la vida y el alimento espiritual de mucha gente, incluidos muchos santos». Y ahora también lo era para muchos, incluidos «muchos jóvenes nacidos mucho después del Vaticano II que realmente no entienden todo el drama que lo rodea». «Es imposible imaginar que ya no tenga nada que ofrecer».
Luces y sombras del pontificado
En un homenaje póstumo del que se hace eco COPE, Gänswein relata que «en la Capilla Sixtina «fui testigo de cómo se echó a temblar cuando veía que “la guillotina” de la decisión le iba a caer encima», según relató luego el mismo Papa. «El comienzo de su pontificado tuvo el apoyo de una gran ola de acuerdo y simpatía», con el viaje a la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia y la publicación de Deus caritas est.
Luego vinieron momentos más difíciles, como «su encuentro con las víctimas de abusos en Malta», en 2010. «Más que las palabras, resultaron eficaces su presencia y las lágrimas que fue incapaz de contener». Fue quizá su año más difícil, más aún por la muerte de Manuela, una de las memores Domini que lo asistían. También «le afectó bastante» la traición de Paolo Gabriele que dio lugar al Vatileaks.
Sobre su renuncia, reconoce que «nunca se había dado un paso así. Por eso, no es de extrañar que algunos lo hayan considerado un revolucionario, mientras otros piensen que, de ese modo, desmitologizó el papado o que lo convirtió en algo simplemente más humano».
Cardenal Kurt Koch (prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos): «Nunca daba la impresión de que fuera más inteligente que su interlocutor. Cuando vine a Roma me pidió dar una conferencia sobre la hermenéutica del Concilio al círculo de sus estudiantes. Me sorprendió mucho porque él era el experto en el tema. Me sentí como un alumno al que le piden tocar el piano ante Mozart».
Cardenal Fernando Filoni (prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos): «Me parece que Benedicto XVI fue efectivamente un profeta de nuestro tiempo, porque sintió la vocación de acercar el mundo, que cambiaba rápidamente y se olvidaba de Dios, con la presencia de Dios».
Cardenal Angelo Bagnasco (expresidente de la Conferencia Episcopal Italiana): «Más allá de intereses partidistas que han calumniado su figura, creo que la solidez de su fe, la lucidez de su inteligencia y la amplitud cultural han impresionado al mundo en todos los ámbitos y a todos los niveles. Siempre me ha llamado la atención cómo Benedicto entraba en cada asunto delicado con una habilidad suave y cautivadora, trayendo la luz de la fe y la de la razón. Espero que sea declarado pronto doctor de la Iglesia».
Guzmán Carriquiry (embajador de Uruguay ante la Santa Sede y exsecretario de la Pontificia Comisión para América Latina): Días antes del cónclave de 2005 le escribió diciéndole «ahora nuestra familia reza cotidianamente pr usted en este tiempo de orfandad. ¿Qué via crucis será el del próximo sucesor de Pedro?». Estaban convencidos de que sería él, pues «era el principal colaborador de san Juan Pablo II y por su testimonio cristiano, su limpidez y transparencia ante las inmundicias que se percibían en los corredores del Vaticano».