Grazia Patthayaporn Sangkarat: «Solo si se respetan a sí mismas no acabarán en venta»
El negocio de la trata en Tailandia es una maquinaria engrasada con la miseria. La captación pasa por embaucar a las víctimas con la promesa de un trabajo honrado. La hermana Grazia, ministra de los Enfermos de San Camilo, tapona el avance de esta lacra en un campamento de refugiados en la frontera con Myanmar: «Me siento muy pequeña, pero feliz de que Dios me permita acompañar a estas personas».
¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrenta en los campos de refugiados de las montañas de Tailandia?
Es difícil transmitir esperanza. Viven dentro del campamento y no pueden salir. Han pasado muchas penurias, pero tampoco aquí están a salvo. No hay suficientes alimentos para todos y comen solo dos veces al día.
He leído que las mafias operan directamente en el campamento.
Los niños son traficados dentro y fuera para realizar trabajos agrícolas. Las niñas, para trabajo doméstico forzado y prostitución. La industria pesquera de Tailandia también está plagada de tráfico y abuso. He visto cosas horribles, pero no puedo dar más detalles porque son el Gobierno de Tailandia y la ONU los que gestionan el campamento y no nos permiten hablar con la prensa. Puedo decirte que la gente no está preparada para afrontar el peligro de la trata.
Forma parte de la red Talitha Kum. ¿Qué aporta esta entidad religiosa?
Hasta 2012 las congregaciones religiosas femeninas de Tailandia trabajaban individualmente para evitar que las niñas de las zonas rurales sufrieran abusos y cayeran en estas redes. Con Talitha Kum Tailandia luchamos juntas contra la trata. Me siento muy pequeña, pero feliz de que Dios me permita acompañar a estas personas.
¿Cuál es el perfil de los refugiados?
El campamento está en la frontera con Myanmar. Muchos escapan de la guerra y del hambre. Podemos oír desde aquí las bombas. Cada vez que las oigo, rezo. Pasan la frontera a pie. Después caminan durante días en la jungla; atraviesan un río y unas montañas para llegar hasta aquí. No hay ninguna protección. El Gobierno ayuda un poco; luego estamos las organizaciones religiosas y las ONG. Aun así, a pesar de toda esta escasez y miseria, siento cada día que Dios está entre nosotros.
¿Por qué es tan importante la educación para que estas familias puedan protegerse?
Muchos piensan que la trata de personas no tiene nada que ver con ellos, pero es un peligro que está al acecho. Cada día miles de personas son engañadas. Las embaucan prometiéndoles mucho dinero en poco tiempo. Concentramos nuestro esfuerzo en educar y sensibilizar, sobre todo a los más vulnerables, los niños y adolescentes.
¿Cómo son los talleres?
Hablamos en detalle de la trata en el turismo sexual y la industria pesquera, así como el trabajo forzado. Enseñamos a los alumnos las artimañas habituales que usan los traficantes, las falsas promesas de buenos empleos que se utilizan para atraer a las víctimas. Son personas muy vulnerables, con falta de autoestima y graves fracturas psicológicas. Solo si se respetan a sí mismas no acabarán en venta, y también respetarán a los demás. Además, damos nociones de medicina tradicional china para que puedan tratarse a sí mismos si sienten dolor, porque aquí no hay médicos.
¿Cómo se les puede ayudar a salir de esta red de esclavitud?
Tienen que ser ellos los que den el paso. Las personas que han sido víctimas de la trata vienen con traumas y problemas de afectividad y de apego. Es difícil ganarse su confianza, porque piensan que las vas a traicionar tú también. Pero también se han dado pasos en otros aspectos. Antes, las víctimas de la trata eran colocadas en celdas policiales o prisiones junto a los delincuentes. Ahora, gracias a Dios, son enviadas a casas de acogida. Nuestro anterior Gobierno promovía la prostitución y las personas veían esto como una manera muy fácil de obtener dinero.