Kamila Ferreira: «Yo haría públicas las fotos de los compradores de sexo»
Kamila Ferreira salió de una favela de São Paulo con 14 años para mantener a su familia, supuestamente, como cuidadora. La captaron para la prostitución. La ejerció en Brasil, México y España, entre otros países, y ha sido testigo de la violencia, la muerte y la falta de escrúpulos de este mundo. En nuestro país estuvo en Valencia y Tenerife hasta que logró salir. Tiene trabajo, ha participado en la elaboración de una guía contra la trata, forma parte del grupo de supervivientes Las Independientes y escribe sus memorias.
Ha sido hasta hace no mucho víctima de la prostitución. ¿Cómo entró en ese mundo?
Fui criada en una de las peores favelas de São Paulo, en una familia desestructurada y violenta. Cuando tenía 14 años, mi hermano pequeño falleció de cáncer y mi madre, que sostenía la familia, perdió la salud. Empezaron los rumores de que pasábamos necesidad y unos traficantes hablaron con mis abuelos. Me llevarían a una casa en Paraná (sur de Brasil) para cuidar a una niña a cambio de un dinero. No salí de la ciudad.
La captaron para la prostitución. ¿Su familia no era consciente?
Nadie quiere decir que vive del dinero de la prostitución. ¿Qué trabajo como niñera sirve para mantener a los abuelos, a una madre enferma, a mis hermanos y a mis tías? Incluso me pidieron que enviara dinero para un vecino. Hasta 2003 —y ahora tengo 46 años— no tomé el control de mis finanzas. Mientras, en Navidad, yo tomaba pan con jamón y queso y mi familia hacía banquetes. He pagado la universidad a mi hermano mayor, que ahora es funcionario y me violaba cuando yo tenía 3 años. Mi cuerpo parece un mapa, está lleno de cicatrices. He estado alienada en el sistema prostitucional por la presión de la familia. Gracias al tratamiento psiquiátrico y psicológico, y a la ayuda de mi hija, conseguí romper con mi familia proxeneta. Muchas mujeres están en esta situación. Es mucho más difícil cortar los lazos de sangre.
La llevaron a México, Chile y España.
Lo que he visto en México no lo he visto en mi país. Va más allá. Allí fui testigo de un feminicidio. Éramos adolescentes y una compañera se escapó porque estaba harta. Fue a la Policía, pero el agente la devolvió a la casa y uno de los jefes le disparó en la cabeza. Al resto nos quemaron la espalda con cigarros como advertencia. En España presencié más asesinatos de mujeres. Dentro del sistema prostitucional se derrama mucha sangre, hay mucha violencia, pero lo que pasa se queda ahí. Nadie llama a la Policía. Las mujeres no se fían.
Era menor cuando llegó a España, ¿no?
Llegué en 1993, con 17 años y documentación falsa. Me trasladaron a Valencia con otras niñas de 17, 14 y hasta 10 años. Pasaban hombres de mucho dinero, de la farándula y la alta sociedad. Lo sé por los perfumes, la ropa, los relojes… Estuve diez años encerrada hasta que me vendieron a unos proxenetas en Tenerife. Pasé de ser una prostituta de lujo a una prostituta barata.
Habrá soportado barbaridades.
Podría estar contigo días contando situaciones duras. Para los proxenetas lo más importante es el dinero. La prostituta es la pieza principal, pero la menos valorada. Después de algunas experiencias empecé a tener pesadillas, afloró el estrés postraumático y no consigo dormir una noche entera. Para soportar determinadas cosas tienes que estar bajo los efectos del alcohol o las drogas, y muchas mujeres prostituidas acaban siendo adictas a alguna de estas sustancias.
¿Hay que abolir la prostitución?
Ciertamente. Es la esclavitud del siglo XXI. Si ves la historia real de las mujeres encuentras familias desestructuradas, pobreza. Es la miseria la que empuja al sistema prostitucional. La prostitución se alimenta de la precariedad. También de las guerras y los fracasos políticos. Se puede ver en el caso de las venezolanas y ucranianas.
¿Hay que castigar a los hombres que compran sexo?
Son los que subvencionan la trata y el sistema prostitucional. Hay de todos los perfiles: empresarios, deportistas, políticos, barrenderos, mendigos… En la élite hay más perversidad. Yo les llamo violadores prepago, pues saben que son mujeres necesitadas. No vale de nada abolir la prostitución y no hacer nada con ellos. Pero yo iría más allá de una multa, haría públicas las fotos de los compradores de sexo.