No es verdad 785 - Alfa y Omega

El humorista Quero, que ilustra este comentario, lleva un tiempo en el que está verdaderamente sembrao, como dicen los castizos. Acaba de pintar otra viñeta, en blanco total, salvo en la esquina inferior derecha, en la que aparece él mismo comentando: «Como no me cabían en la viñeta los 365.900 nuevos parados, aquí tienen sólo los políticos que en el último mes han perdido su empleo». Ni lo han perdido, ni lo van a perder. Políticos y banqueros -no todos-, con indemnizaciones y pensiones vitalicias que son no ya un escándalo, sino una verdadera provocación, no pierden nunca su empleo. ¡Qué cosas! ¿Verdad? Ya se las arreglan de la mejor manera posible para no perderlo, pero, como ha escrito, hace unos días Ramón Pí, «tampoco hace falta que nos tomen por idiotas a todos los demás».

En un momento especialmente delicado para Europa, en el que los eurócratas, de repente, se han puesto de los nervios, esa cosa que se llama Europa y que con los padres fundadores fue, hace medio siglo, un sueño que empezó a cumplirse, por la ambición desmesurada y por los llamados intereses nacionales está empezando a respirar mal. Hoy, de hecho, la Europa unida verdadera es realidad sólo en élites con conciencia. ¿Qué tiene que ver el italiano Monti con aquel trentino genial que fue De Gasperi? ¿Dónde ha quedado la grandeur de Schuman, Monet, en los Hollande y Sarkozy? ¿A qué altura del zapato le llega la señora Merkel al Canciller Adenauer? Los padres fundadores salían de una guerra mundial, nada menos, y lo de ahora es una crisis económica y financiera, pero sobre todo moral, y, claro, ahí es donde le duele. Jean d’Ormesson escribía en Le Figaro, la víspera de la derrota de Sarkozy, un artículo titulado: Un monde nouveau. Igual que yo se ha quedado con las ganas. Escribía: «Con Sarkozy, Francia ha estado un poco por debajo de Alemania; con Hollande, corre el grave riesgo de estar un poco por debajo de España o de Grecia». Total, nada…

En esta querida España nuestra en la que algunos llamados aristócratas pretenden comprar la Justicia ofreciendo mercadeos indecentes, o en la que garzones que, cuando eran jueces, criticaban a los generales por tener asistentes que les hacían la compra, y mandan ahora a sus escoltas a que se la hagan a ellos —y ya me contarán ustedes por qué tiene que tener escoltas pagados con nuestro dinero—, el presidente del Gobierno le dice al jefe de la oposición algo que 98 de cada 100 españoles piensan y dicen: que lo menos que podía tener es la decencia de callarse. Acostumbrado al ordeno y mando, típico de su partido, cree Rubalcaba que todos son como él y sigue viendo con buenos ojos los acercamientos de asesinos etarras a las cárceles vascas. Pero, como ha escrito recientemente Vidal Quadras, «todo lo que no sea entregar las armas, disolverse y cumplir las penas sobra y estorba». Ya lo creo que sobra y ya lo creo que estorba. Que se lo pregunten al señor Basagoiti, que después de tres años que supongo que no le deseará ni a su peor enemigo, de tratar de que Vascongadas sea una región española que vuelva al sentido común, ha tenido que tirar la toalla, como muchos habíamos previsto desde el principio, porque lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Como habíamos previsto también, los medios del régimen socialista -que siguen siendo casi todos- titulan que Basagoiti ha roto el pacto con el lendakari López. ¿Sí?, ¿Basagoiti ha sido el que lo ha roto? ¿O lo ha roto el que quería dar cursillos a los etarras, con nuestro dinero, o el que se pone chulo y dice que va a interponer un recurso ante el Constitucional porque no acepta las medidas de ajuste adoptadas por el Gobierno?

A quienes, en la India de hace muchos años, se quejaban incesantemente y criticaban a su Gobierno por las medidas que se veía obligado a adoptar, Indira Ghandi les aconsejaba: «Déjate de reflexiones sobre el parto, enséñales al niño…» No esta mal, ¿verdad? Con la diferencia, bien triste por cierto, de que aquí y ahora, entre nosotros -al menos de momento-, ni hay niño que enseñar, ni se le espera.