Pier Luigi Maccalli: «Era plenamente misionero incluso encadenado»
Secuestrado durante dos años por yihadistas, este misionero italiano recibirá el sábado, víspera del Domund, el recién creado Premio Beata Pauline Jaricot de OMP
Cuando llamaron a la puerta de la casa de Pier Luigi Maccalli en Bomoanga (Níger) la noche del 17 de septiembre de 2018, pensó que sería alguien pidiendo medicinas. En realidad eran yihadistas del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, filial de Al Qaeda. Durante dos años, este miembro de la Sociedad de Misiones Africanas pasó de mano en mano por distintos grupos yihadistas —subsaharianos, árabes y tuareg—, hasta que el 8 de octubre de 2020 se hizo pública su liberación en Malí.
Ha afirmado que durante su secuestro sufría por haber perdido dos años de misión, pero que luego cambió de perspectiva. ¿Por qué?
Siempre he sido un misionero muy activo en la promoción humana. Solo a mi regreso me di cuenta de que este «tiempo inútil de encarcelamiento» fue el más fructífero. Mucha gente siguió mi caso, se movilizó y trató de averiguar dónde está Bomoanga. Dios actuó en el corazón de muchos, que descubrieron la oración y el compromiso de los misioneros, y se involucraron en iniciativas de solidaridad. La misión es de Dios. Los misioneros somos sus simples servidores.
¿Le ayudó a mirar de otra forma su vocación?
Un día, al mirar con pena mis cadenas, dije: «¡Si mis pies están encadenados, mi corazón no! Haré como santa Teresita de Lisieux, patrona de las misiones. Seré el corazón que late por las periferias del mundo. Llevaré un soplo de vida y oración a todos». La oración del corazón era mi espacio libre. Me sentía plenamente misionero incluso encadenado.
En estos dos años desde su liberación, ¿cómo ha vivido la misión en Italia?
Mi compromiso es testimoniar en todas partes lo que el Señor ha hecho en mi vida. Esta desgracia me trajo tres regalos: una fuerte comunión con muchas víctimas inocentes; descubrir lo esencial, el valor de las relaciones, y entrar en el gran silencio, donde percibí una nueva profundidad en la vida. ¡Y en la misión! Hoy, como hombre libre, me siento llamado a liberar mediante el perdón y a decirles a todos que nunca encadenen a nadie.
Su secuestro puso Bomoanga en el mapa. ¿Cómo es?
En Níger los católicos son el 0,5 % en una población con un 98 % de musulmanes. Bomoanga es una zona rural habitada por la minoría gurmantché. Las hambrunas son recurrentes, y existen enfermedades endémicas como la malaria, el cólera o la meningitis. Hay muchas necesidades relacionadas con la salud, la pobreza, la falta de agua potable y de caminos… La misión ha impulsado un centro nutricional, 23 pozos de agua, alfabetización de adultos y cooperativas de microcréditos para mujeres. También teníamos un depósito de farmacia, y en Boni una escuela primaria y un dispensario con maternidad.
¿Habían sufrido alguna amenaza del yihadismo?
Nada sugería lo que me pasó. Siempre he visitado pueblos y senderos sin miedo a los asaltos. El secuestro me sorprendió a mí y a todos.
¿No le ha sido posible volver?
Un padre no deja a su familia en tiempos de dificultad. Estoy en contacto, y la gente me dice que lamentablemente la inseguridad ha empeorado. Anhelan mi regreso y saben cuánto lo deseo, pero me invitan a tener paciencia. Espero poder ir algún día.
Tras su liberación pidió muchas oraciones por sor Gloria Cecilia Narváez, que seguía secuestrada y con quien recibirá el Premio Beata Pauline Jaricot en su primera edición.
La conocí en Roma después de su liberación el año pasado. Es una alegría volver a verla en España. Este premio es una oportunidad para recordar a todos que la Iglesia es misionera por naturaleza, que su centro son las periferias, y que los pobres son los predilectos de Dios.
¿Se siente un embajador de tantos misioneros anónimos en este Domund?
No es que yo haga de misionero, sino que soy misionero, es mi opción de vida. Soy testigo del compromiso de los misioneros y de cómo comparten la vida con los pobres y los últimos. Más que dar a conocer lo que hacen, trato de contar que la vida se realiza plenamente cuando se da. El primer obispo de Niamey en Níger pidió a los misioneros vivir la pastoral de la estera: ir y sentarse en la estera del pueblo, aprender el idioma local, escuchar y compartir la amistad con todos. Y, solo después, a ponerse de pie para responder con el pueblo a los problemas. La escucha, la oración y la solidaridad son el dinamismo de la Iglesia en salida, y del octubre misionero. Pero quisiera terminar con una invitación.
¡Claro!
No olvidemos a los otros rehenes del Sahel. En este Domund, tengamos para con ellos y sus familias un pensamiento de compasión —sufrir con— y una oración para pedir de corazón libertad y paz. Liberemos la paz juntos. Gracias.