Membrillo a la leña de las agustinas de Rubielos de Mora (Teruel)
Lo cocinan como antaño, con leña y en caldero. Esta comunidad de cinco agustinas del monasterio de San Ignacio de Loyola, en Rubielos de Mora, lleva 400 años en Teruel
Dos kenianas de 37 y 36 años bajan la media de edad de esta comunidad de cinco agustinas en Rubielos de Mora, un pueblo de 600 habitantes de Teruel. «Somos pocos vecinos, pero hay mucho turismo», asegura sor Gemma, superiora del monasterio de San Ignacio de Loyola. Las primeras referencias escritas sobre la villa datan del siglo XII, y con el tiempo se convirtió en uno de los grandes centros neurálgicos de la zona. De hecho, en 1980 el pueblo fue declarado conjunto histórico-artístico y, tres años después, recibió el premio Europa Nostra, además de varias medallas de turismo. Desde 2013 forma parte de la red de pueblos más bonitos de España. Gracias a los visitantes de la localidad viven estas religiosas, que, a cambio de una donación, ofrecen a quien se acerca al torno las pastas que ellas mismas fabrican para la casa, y su famoso membrillo, que cocinan a fuego lento en leña y caldera de antaño. Este es su principal modo de subsistencia. «También vivimos de nuestra huerta, ya que las hermanas más jóvenes aún pueden trabajar en ella». Recogen cosecha en las estaciones más cálidas «y podemos ir tirando, porque en invierno de aquí no podemos sacar nada».
Dos de los grandes atractivos de Rubielos de Mora son, precisamente, la iglesia y el monasterio en el que viven las hermanas. El templo, por cierto, funciona como parroquia «porque en el otro están en obras». Fue en el siglo XIV cuando se erigió la iglesia, con el objetivo inicial de funcionar como centro religioso de la zona. «Fue un espacio vivo donde el mecenazgo de particulares y del propio municipio procuró una rica selección de obras de arte», explican los historiadores David Montolío y David Igual en un extenso documento sobre la presencia de las madres agustinas en la villa turolense y sus casi 400 años de historia. El monasterio como tal se fundó en 1625, gracias a una generosa donación de una doncella valenciana, Bárbara Pérez. «El concejo se comprometió a asistir las necesidades del convento y de las monjas perpetuamente en lo que se refería al médico, cirujano y molinos», asegura el documento, que se basa en textos extraídos del Archivo Municipal de Rubielos y transcritos por Rafael Brun.
Al inicio hubo bastante trasiego de religiosas, traídas de otros conventos y que no cuajaron mucho tiempo. No fue hasta 1644, cuando llegaron sor Magdalena Serret y una sobrina suya desde Mirambel, también en Teruel, «que pusieron el convento en orden e instruyendo a las religiosas que allí se habían quedado». Hasta la segunda mitad del siglo XVIII fueron años de bonanza en el cenobio: muchas vocaciones, buenas dotes, y, con ellas, ampliaciones del edificio y compra de tesoros artísticos. Ni la invasión francesa perturbó la paz dentro de estos muros.
Fue en 1835 cuando Mendizábal y su desamortización provocaron la desaparición de los bienes de las órdenes religiosas. El monasterio de San Ignacio de Loyola estuvo a punto de desaparecer, pero se conserva una carta del Ayuntamiento, del clero y de vecinos de la villa, dirigida al ministro de Gracia y de Justicia, solicitando su permanencia. En ese momento había 23 religiosas dedicadas a la enseñanza gratuita de las niñas que lo solicitaran. Llegaron a tener hasta 60 alumnas y la escuela estuvo abierta hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. La desamortización las despojó de gran parte de sus posesiones. Y, como casi siempre en esta sección, el segundo gran sufrimiento para este monasterio fue la guerra civil, ya que Rubielos de Mora era zona republicana y los contendientes desalojaron el edificio y lo habilitaron como manicomio. Las monjas tuvieron que refugiarse en casas particulares de vecinos.
«Finalmente, otro episodio triste tuvo lugar en 1950, cuando se vendió el maravilloso retablo de los Reyes», encargado en 1469 a Joan Reixach. El motivo fue «por el noble fin de sobrevivir», explican los historiadores. Este retablo se conserva hoy día en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Aun así, la visita a este complejo monástico es obligada, por las obras que permanecen, y por estas cinco agustinas cuya orden cumplirá, en 2025, 400 años de presencia allí.
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INGREDIENTES
- Membrillo
- Azúcar
PREPARACIÓN
Lavamos bien los membrillos y los pasamos a una olla grande. Los cubrimos con agua y llevamos a ebullición. Bajamos a fuego medio y dejamos cocer unos 40 o 45 minutos, hasta que estén blandos. Dejamos enfriar, quitamos el corazón y cortamos la pulpa en pequeños trozos. Pesamos la cantidad y ponemos el mismo peso de azúcar blanca, mezclando todo en una olla. Removemos a fuego medio, para que no se pegue, durante 30 minutos y retiramos. Pasamos por la batidora y dejamos enfriar en un molde.