Almas engolosinadas - Alfa y Omega

Almas engolosinadas

Sábado de la 28ª semana del tiempo ordinario. Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia / Mateo 11, 25-30

Carlos Pérez Laporta
Aparición de Cristo crucificado a santa Teresa, de Alonso Cano.

Evangelio: Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:

«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.

Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Comentario

Todas las lecturas remiten a la sabiduría de santa Teresa, que careciendo de una gran instrucción alcanzó las profundidades que superan toda erudición. En su sencillez se internó por las profundidades de Dios, y descubrió el «amor del que sacar todo amor». Al conocer el amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, pudo descansar su alma en búsqueda, su removido corazón.

Porque en el amor que se tienen se desvela el sentido de la vida del hombre: si Cristo es el Hijo de Dios, y ha muerto por nosotros, entonces la vida del hombre tiene un sentido eterno; a saber, el amor eterno de Dios. Solo en él encontrará sosiego. Y no encontró descanso en esa deliciosa sabiduría para sí, sino que pudo sacar para todas sus hermanas y para todos nosotros. Supo «engolosinar todas las almas» con el deseo de ese amor e hizo de él un «camino de perfección».

Lo que perfecciona todo en cada cosa que se hace es el amor de Cristo y a Cristo. Cristo es la perfección de todas las cosas. Cristo entre los pucheros y entre todas las cosas es la mayor perfección a la que puede aspirar la humanidad.