Creyentes «en primera línea» para lograr la paz
En Kazajistán, Francisco insistió en la necesidad de que las religiones trabajen por la unidad de la familia humana
«No podemos salir adelante conectados y separados, vinculados y desgarrados por tanta desigualdad». Este es el recordatorio que lanzó el Papa Francisco, después de denunciar lo «escandaloso» de que haya tanto odio y división en este «mundo globalizado», durante la clausura del 7º Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales el pasado jueves, 15 de septiembre, en Nursultán (Kazajistán).
Como ha hecho en numerosas ocasiones a lo largo de su pontificado, insistió en la necesidad de que las religiones trabajen por la unidad de la familia humana y, aludiendo al documento final, pidió que estas se desliguen claramente del «extremismo, el radicalismo, el terrorismo y cualquier otra incitación al odio, a la hostilidad, a la violencia y a la guerra». Sin «peros» y conscientes siempre de que «el Omnipotente ha creado a las personas iguales».
En un país marcado por la multiculturalidad e inmerso en un proceso de democratización no siempre fácil, el Sucesor de Pedro volvió a reivindicar la libertad religiosa, que no puede ser «un concepto abstracto», sino que ha de ser «un derecho concreto». Esto implica que los poderes públicos han de garantizar que todos los ciudadanos puedan vivir con normalidad su fe —también en su dimensión pública— y que no haya persecución contra nadie por sus creencias, evitando siempre las religiones la tentación de sumarse a la lucha por el poder y al juego de las ideologías.
Al vivir esta dimensión trascendente, detalló Francisco, se escucha la llamada a reconstruir la fraternidad, dado que «no puede profesar una verdadera adhesión al Creador quien no ama a sus creaturas». Los creyentes —empezando por los católicos— debemos pedir a los líderes mundiales que detengan los conflictos y las «retóricas agresivas»; estamos llamados a tender la mano a otros y a ponernos, en definitiva, «en primera línea» para lograr la paz.