Laico español en Kazajistán: «El diálogo interreligioso es cotidiano»
Antonio Sanz de Bremond lleva 25 años en el país, de mayoría musulmana. «Aquí en Almaty, donde vivo, no se ve ningún elemento que te indique que en unos pocos días va a estar Francisco», revela
El español Antonio Sanz de Bremond lleva 25 años viviendo en Kazajistán. Allí estaba cuando Juan Pablo II visitó el país en septiembre de 2001 y allí sigue ahora que el Papa Francisco recalará en Nursultán —la capital— para participar en el VII Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales.
«Es un viaje totalmente distinto. La Iglesia ha cambiado mucho en todo este tiempo», explica en conversación con Alfa y Omega. «Con Juan Pablo II la Iglesia católica, estructuralmente, no éramos nada. Teníamos tan solo una administración apostólica y un solo obispo». Casi 20 años después, «se ha evolucionado mucho. Ahora tenemos tres diócesis, una administración apostólica y cuatro obispos». En cualquier caso, «los cristianos de Kazajistán estamos todavía en la primera evangelización».
Los católicos «somos muy poquitos. Aquí en Almaty, donde vivo, deben ser unas 300 personas las que van a Misa los domingos y 1.000 los que van al menos una vez al año». La ciudad, situada al sur del país, cuenta con cerca de dos millones de personas. Ante esta situación, no sorprende que haya «mucha gente no cristiana que quiere participar en los actos», asegura el español, que revela que «casi todos mis amigos son musulmanes». Aquí «el diálogo interreligioso es algo cotidiano».
Entre ellos cunde hoy un sentimiento de emoción. «Al Papa solo lo podemos seguir por los medios de comunicación» y que ahora «vaya venir aquí pues hace que la gente esté muy ilusionada», a pesar de que «en la ciudad no se ve ningún elemento que te indique que en unos pocos días va a estar Francisco en el país», indica.
—¿Hay libertad religiosa en el país?
—Sí, aunque es cierto que tenemos una ley de libertad religiosa, que está pensada para que en cualquier momento las autoridades puedan hacer lo que quieran. Este es un país de mayoría musulmana y hay mucho miedo al extremismo islámico. Por eso, se controla a las religiones. Por ejemplo, los sacerdotes, si no son nacionales —que son muy poquitos—, solo pueden estar aquí con un visado misionero. Le pasa lo mismo a los pastores o imanes extranjeros. Esto restringe un poco su estabilidad, porque tienen que ir renovándose el visado. Además, tienen que recibir un permiso del departamento de asuntos religiosos. Eso puede ser un poco incómodo. Pero, salvo eso, no hay ningún problema.
De hecho, las relaciones entre la Iglesia y el Estado en Almaty «son estupendas», asegura Sanz de Bremond. «En junio, por ejemplo, dieron la aprobación para la construcción de una segunda parroquia y precisamente el día 4 de septiembre tuvimos la misa inaugural».