Más de medio año de «bárbara» guerra en Ucrania
Al cumplirse seis meses de una guerra «iniciada por la Federación Rusa», como ha subrayado el Vaticano, la moral está alta entre los soldados que contraatacan en el sur, pero en Kiev aumenta el cansancio
«Las batallas son feroces». Son las noticias que le llegan a Aleksandr Mishura, capellán castrense, sobre la contraofensiva ucraniana en el sur del país. La operación se está realizando «con armas de alta precisión de Estados Unidos y otros países de la OTAN» para destruir almacenes de munición, sedes de los mandos rusos y puntos logísticos estratégicos.
Entre las bajas está su compañero Oleg Marynchencko. Murió al estallar una bomba, protegiendo con su cuerpo a un combatiente al que estaba vendando una herida. «Pero nuestros soldados avanzan liberando suelo ucraniano». El apoyo de muchos países, «ya no con palabras sino con hechos», les motiva para luchar «por una victoria completa». No les asusta que hayan pasado ya seis meses desde la invasión rusa. «Muchos llevan en guerra desde 2014», cuando estalló el conflicto en el Dombás.
Para la población civil no es tan fácil. La Oficina de Derechos Humanos de la ONU ha verificado 5.663 muertos civiles y 8.055 heridos. A ellos se suman 6,6 millones de desplazados internos y 17,7 millones de personas que necesitan asistencia humanitaria. En este medio año, las dos ramas de Cáritas (grecocatólica y latina) han atendido a 3,7 millones de personas. Y, a primeros de agosto, Ayuda a la Iglesia Necesitada superó los cinco millones de euros enviados al país.
Entre los destinatarios está la parroquia de la Dormición de la Santísima Virgen María, en Kiev. Con esta ayuda, han pasado de repartir alimentos a 300 personas a que sean 700, agradece su coadjutor, el brasileño Lucas Perozzi Jorge. Pero el dinero ya se ha acabado y «de momento vamos a parar».
Aunque en la capital siguen sonando las sirenas, ya solo bajan a los sótanos los recién llegados: refugiados retornados (la parroquia ha recuperado a la mitad de sus feligreses) o desplazados del este. Las dificultades son otras. «Hay poco trabajo, todo está carísimo» y crece el cansancio psicológico. «Pero con la ayuda de Dios vamos para adelante».
La mención a Daria Dugina
Ambos sacerdotes reconocen el malestar que causaron en Ucrania las palabras del Papa Francisco el 24 de agosto, al cumplirse seis meses de guerra. Recordó a los «muertos, refugiados y heridos», a los «prisioneros» de guerra, y a «tantos niños ucranianos y rusos» huérfanos. La polémica llegó al hablar de Daria Dugina, hija del ideólogo de Putin Alexander Dugin, como esa «pobre chica» muerta en un atentado el 20 de agosto. «Al final los inocentes pagan», lamentó. Dugina tenía 29 años. «Había elegido su propio camino» siguiendo los pasos de su padre, apunta Mishura.
El Gobierno de Kiev llamó al nuncio a consultas. Para aclarar la situación, el 30 de agosto el Vaticano sacó un contundente comunicado en el que se subrayaba que la «guerra a gran escala en Ucrania» fue «iniciada por la Federación Rusa» y que todas las intervenciones del Papa han sido «claras e inequívocas al condenarla como moralmente injusta, inaceptable, bárbara, sin sentido, repugnante y sacrílega». Sus palabras «deben leerse» como una «defensa de la vida humana», y «no como posturas políticas».
Es difícil hablar de reconciliación cuando las heridas aún se están produciendo, explica Perozzi. «La gente se confiesa y nos dice que no puede» amar a sus enemigos. «Les tranquilizamos», pues «sin la gracia de Dios es imposible». Con todo, cree que los católicos seguirían recibiendo al Pontífice con los brazos abiertos cuando visite el país.
Como confirmó el fin de semana pasado en la televisión pública italiana RAI el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, el Papa sigue «decidido a ir a Kiev». Para él es importante, «no para hacerse la foto, sino realmente en condiciones que puedan ayudar a la paz». Pero el mismo Francisco afirmó el domingo a CNN Portugal que no será antes de su viaje a Kazajistán, como había afirmado hace un mes el embajador ucraniano ante la Santa Sede.
La idea era que Francisco fuera a Ucrania antes de reunirse con el patriarca ruso, Cirilo, en el marco de un congreso interreligioso en la capital kazaja. Pero tampoco este encuentro tendrá lugar. Cirilo no va a estar en el país, explicaba el 25 de agosto el Patriarcado de Moscú. Una entrevista así, decían, «debe ser un acontecimiento independiente», no paralelo a otro. Parolin ha mostrado su esperanza de que al esfumarse esta posibilidad permita preparar, en el futuro, un encuentro realmente «eficaz».
El Papa recordó la semana pasada a Mijaíl Gorbachov, fallecido el 30 de agosto a los 91 años en el Hospital Clínico Central de Moscú, como «un respetado hombre de Estado». En un significativo telegrama firmado por él mismo y no, como es habitual, por el secretario de Estado vaticano, Francisco mostró su «gratitud» por el «clarividente compromiso con la concordia y la fraternidad entre los pueblos» y «con el progreso de su país en un momento de importantes cambios».
También los medios vaticanos han homenajeado como «un visionario humanista» al padre de la Perestroika, el conjunto de reformas que desencadenó el fin de la URSS.