Sínodo alemán: «No recuerdo tal deriva doctrinal en la historia reciente de la Iglesia»
Dos expertos, Gerardo del Pozo Abejón y Alexandra von Teuffenbach, valoran las causas y consecuencias del stop del Vaticano a las propuestas votadas en el sínodo alemán, que incluyen repensar la moral sexual sobre la homosexualidad o el sacerdocio femenino. Pronostican «desgarros» y «turbulencias» en los próximos meses
El Vaticano ha echado el freno de mano a la Iglesia alemana. A través de un escueto comunicado, sin firmar ni por el Papa ni por ningún jefe de dicasterio, Roma advierte al Camino Sinodal alemán de que tiene que corregir la marcha o, de lo contrario, sus propuestas podrían provocar «una herida en la comunión eclesial y una amenaza a la unidad de la Iglesia». Invoca, nada más y nada menos, que «la tutela de la libertad del pueblo de Dios y del ejercicio del ministerio episcopal» para insistir en que la asamblea sinodal «no tiene la facultad de obligar a obispos y fieles a aceptar nuevas formas de gobierno y nuevas indicaciones de doctrina y de moral».
Para muchos, esta vez no ha habido un detonante concreto, sino una sucesión de anuncios que han motivado este «paso adelante». Con el mensaje, «la Santa Sede ahora enfatiza la incompetencia de las Iglesias particulares para introducir nuevas formas de gobierno eclesial o nuevas enseñanzas morales», explica Gerardo del Pozo Abejón, catedrático emérito de Teología Sistemática V de la Facultad de Teología de la Universidad San Dámaso y gran conocedor de la Iglesia alemana. Más contundente se muestra la experta Alexandra von Teuffenbach: «En Alemania, sin la comunión entre todo el colegio episcopal y con el Papa, un grupo de diócesis está poniendo en peligro esa comunión necesaria para ser Iglesia al inventarse una doctrina y una moral propias, es decir, una Iglesia propia». En ese sentido, ya hace meses, el Papa avisó al presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Georg Bätzing, con una frase tan breve como clara: «Hay una muy buena Iglesia evangélica en Alemania. No necesitamos dos».
Por eso, Von Teuffenbach, asegura, sin medias tintas: «No recuerdo una deriva doctrinal tal en la historia reciente de la Iglesia de parte de ningún grupo de Iglesias reunidas en una conferencia episcopal». Habla con conocimiento de causa como católica practicante de familia italogermana y como licenciada en Historia de la Iglesia y doctora en Eclesiología. A su juicio, las costuras visibles de la Iglesia católica alemana responden a que esta ha quedado reducida «a una forma de asociacionismo privado de profundidad existencial»: «Es una Iglesia que se mantiene gracias a un sistema recaudatorio que la hace muy rica, pero sin fieles; sobre todo, sin jóvenes en una sociedad donde no interesan ya las cuestiones religiosas». Con ese sustrato y, a partir del estudio Abuso sexual de menores por parte de sacerdotes católicos, diáconos y religiosos en el ámbito de responsabilidad de la Conferencia Episcopal Alemana, comenzó este Camino Sinodal. «El informe —elaborado por las universidades de Mannheim, Heidelberg y Giessen—, pone el acento en las causas sistémicas del abuso de poder. Esto determinó la elección de los temas del Sínodo —como los mencionados abusos de poder, la moral sexual, el celibato sacerdotal y el lugar de las mujeres en la Iglesia—, y la atención a lo estructural, como si de ese modo pudiera reavivarse la vida cristiana», diagnostica Del Pozo.
La presidencia del Camino Sinodal alemán se apresuró a ofrecer una respuesta en análoga modalidad a la vaticana, es decir, con un comunicado, eso sí, firmado por el presidente de la Conferencia Episcopal y la presidenta del Sínodo. No se ponen de frente al Vaticano, pero tampoco de perfil. Expresan su «irritación» por el modo en que se ha hecho el aviso desde Roma y recuerdan que son conscientes de que las resoluciones de la asamblea sinodal «no tienen efectos jurídicos por sí mismas». Sin embargo, insisten: «Nuestro deber indicar claramente dónde creemos que los cambios son necesarios».
¿Y qué han indicado hasta ahora? «La abolición del celibato obligatorio y la apertura al sacerdocio femenino; la introducción de bendiciones a los matrimonios de homosexuales; repensar la moral sexual católica sobre la homosexualidad en el contexto del abuso sexual de menores, o reconsiderar la actitud fundamental de rechazo de ordenar hombres homosexuales», enumera Gerardo del Pozo. En opinión de Von Teuffenbach, la preocupación del Vaticano ha caído en saco roto mientras que, desde Roma, no se pretende impedir el proceso sinodal alemán. El anhelo es que «las propuestas del camino de las Iglesias particulares en Alemania puedan confluir en el recorrido sinodal que ha emprendido la Iglesia universal».
La próxima cita de la asamblea sinodal será en septiembre y cabe esperar que este llamamiento a la unidad esté en el orden del día. Como corrobora Gerardo del Pozo Abejón, «esperemos que, aunque sea con algún desgarro y alguna turbulencia, el Camino Sinodal alemán acabe integrándose en el proceso sinodal de la Iglesia universal promovido por el Papa».
Por su parte, Alexandra von Teuffenbach echa mano de la historia para recordar que «las grandes divisiones de la Iglesia en los tiempos modernos son alemanas». Y concluye: «Los luteranos del siglo XVI y los veterocatólicos se separaron de Roma en suelo alemán. Los acontecimientos de los últimos años son más que alarmantes para los que conocen la historia, esperemos que la Iglesia sepa responder mejor que antes».