El CELAM renueva su compromiso contra «todo lo que afecta a la dignidad de los pobres»
Bogotá acogió esta semana la Asamblea Extraordinaria del episcopado latinoamericano. El cardenal Czerny aplaudió las experiencias positivas de apoyo a migrantes y refugiados
En un mundo en guerra, la Iglesia en América Latina desea que «nuestra región sea un espacio de paz». Es la apuesta del mensaje final de la Asamblea Extraordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), que concluyó el jueves en Colombia. Para ello, los obispos hispanoamericanos se comprometen a anunciar «con audacia y creatividad el Evangelio de la Vida, especialmente en los ambientes más difíciles y olvidados».
Animados por la sangre de san Óscar Romero y de todos los mártires del continente, de la que esperan sacar «valentía y compromiso», reafirman su «opción preferencial por los pobres». «Denunciamos todo aquello que afecta su dignidad», como el daño de la economía globalizada al medio ambiente y a la riqueza social y cultural de los pueblos del continente. Esto los lleva también a «replantearnos nuestro modo de vida, nuestro lenguaje y nuestras estructuras eclesiales».
Los participantes piden así «una espiritualidad de ojos abiertos para tener una mirada contemplativa» que «descubre a Dios en la hondura de la realidad». Y que debe, por tanto, estar «abierta al dolor y a las alegrías de nuestros pueblos».
Intuiciones útiles sobre migración
Este compromiso es ya una realidad en muchos ámbitos. Por ejemplo, en la lucha por acoger, proteger, promover e integrar a migrantes y refugiados. Lo reconoció durante su intervención el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. En la experiencia positiva de redes, encuentros e iniciativas concretas, «América Latina nos presenta intuiciones muy útiles para nuestro propio proceso», dentro de una dinámica de «escucha mutua, acompañamiento mutuo y servicio mutuo».
Durante el encuentro, tuvo un gran protagonismo el recuerdo de la Asamblea Eclesial de América y el Caribe, celebrada en noviembre de 2021. Una «experiencia inédita», según el texto final, que «nos conduce a un futuro sinodal». Hizo balance de ella David Jasso, secretario adjunto de la Secretaría General del CELAM. En este encuentro, afirmó, «el Espíritu nos ha invitado a escuchar». Escuchar a Dios «hasta escuchar con Él el clamor del pueblo», y escuchar al pueblo para «respirar en él la voluntad de Dios».
Después de otro encuentro en marzo de 2022 y de haber promovido un itinerario conjunto para la Cuaresma y la Pascua, en este momento «vamos en camino a una implementación progresiva de los frutos». Se están buscando nuevas vías para actuar, «fruto del aporte de los asambleístas» sobre «los desafíos y orientaciones pastorales» del continente. «No está mal que vayamos a distintos ritmos, sino que como niños pequeños damos pasos cortos y torpes».
«La sinodalidad supone conversión»
Otro tema de debate fue la reforma de la Curia vaticana, y cómo extender el espíritu que la impulsa. Todo ello, en clave de sinodalidad. Por ello, los participantes expresan su compromiso de «incentivar la consulta y discernimiento comunitario», con una participación cada vez mayor del laicado, que influya en la toma de decisiones.
Dentro de este propósito, «necesitamos escuchar incluso las voces que nos incomodan y generar espacios y estructuras eclesiales que fomenten la participación, en particular de las mujeres y de los jóvenes». La Iglesia hispanoamericana quiere ser «una Iglesia capaz de dialogar con todos, sin perder nuestra identidad cristiana y católica».
Había abundado en ello Rodrigo Guerra, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina. «La sinodalidad supone conversión y comunión», afirmó. «Si no me arriesgo a desprenderme de mis apegos y seguridades, de mis recelos y mezquindades, fácilmente pongo en riesgo no solo mi propio camino sino el proceso de reforma sinodal».
Este camino podrá encontrar obstáculos. Pero los principales no son las «estructuras imperfectas», las «personas incómodas» o los problemas eclesiales y sociales concretos. «el primer problema soy yo cuando deseo colocarme en primer plano». Como contrapunto, Guerra enfatizó que «la maduración radica principalmente en la propia conversión personal y pastoral, en la docilidad que tengamos a la gracia que irrumpe inmerecidamente, en la maduración de nuestra conciencia eclesial y de nuestra disponibilidad a vivir, aun heroicamente, un camino de seguimiento radical a Jesucristo».
En el marco de la Asamblea Extraordinaria del CELAM, se inauguró la nueva sede de este organismo en Bogotá, la capital de Colombia. En un mensaje escrito con este motivo, el Papa Francisco felicitaba a los miembros por ello. Pero también les recordó que «nuestras estructuras materiales solo tienen sentido cuando están destinadas al servicio, sobre todo, de los hermanos que habitan las más extremas periferias de la vida».
En la misma línea habló Rodrigo Guerra, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina. «La maduración del CELAM, por supuesto, no descansa en sus nuevas instalaciones, en una cierta presencia mediática o en los apoyos económicos con los que cuenta».
Por otro lado, el Santo Padre previno a los participantes acerca de tres idolatrías: «La mediocridad espiritual, el pragmatismo de los números y el funcionalismo que nos lleva a entusiasmarnos por el plan de ruta más que por la ruta».