Apocalipsis y tiempo de Adviento. La última bienaventuranza
El Adviento es mucho más que el tiempo de preparación para la Navidad. Es camino que acrecienta la esperanza del encuentro definitivo con Cristo. Nos recuerda que debemos estar en vela, en espera de su venida. El que nació de María Virgen en Belén es el Señor resucitado que, como anuncia el libro del Apocalipsis, en las tribulaciones acrecienta la gran esperanza que empezó en la Navidad. Responde a nuestras preguntas don Luis Sánchez Navarro, catedrático de Nuevo Testamento, de la Universidad San Dámaso
Se habla de lenguaje apocalíptico, o de mundo apocalíptico, como de algo que produce espanto y horror. ¿Qué sentido tiene en realidad el Apocalipsis?
En nuestro tiempo, oír las palabras apocalipsis o apocalíptico y echarse a temblar es casi automático. Lo pudimos comprobar cuando el tsunami de 2004, o el terremoto de Japón de 2011; y se confirma con cualquier catástrofe que sucede, o se anuncia: Las previsiones económicas para el año que viene son apocalípticas… Se diría que el Apocalipsis tiene una mala prensa inevitable. Sin embargo, ejerce a la vez una irresistible atracción sobre todo aquel que se acerca a sus páginas y descubre en ellas, no la amenaza de castigos y catástrofes, sino el anuncio de una gran esperanza. Pero para eso hay que ponerse unas gafas adecuadas: hay que adaptar la mirada a su perspectiva propia.
¿Por qué parece tan difícil de entender?
No parece, sino que es difícil de entender. Esto no se aplica por igual a todas sus páginas, ya que algunas (particularmente las cartas a las siete Iglesias de Asia, de los capítulos 2 y 3) son más accesibles para un lector medio de hoy. Pero ¿cómo digerir unos seres vivientes como los descritos en el capítulo 4, o las plagas de las que habla el capítulo 9, o tantas otras descripciones llenas de misterio? Cierto, la fe ayuda a intuir que, tras esa superficie, se esconde un mensaje salvador, y permite leer con aprovechamiento muchos pasajes pese a las dificultades. Pero enseguida se tiene la sensación de una distancia cultural muy grande. Hace falta una clave de lectura, es decir, una llave que permita abrir un sentido que, de otra manera, permanecerá oculto.
Esa clave radica en el género apocalíptico: se trata de un género literario muy cultivado en los siglos que rodean la época de Jesús; ya el libro de Daniel, por ejemplo, es netamente apocalíptico. Esta forma de expresión se caracteriza por un simbolismo muy complejo, cuya finalidad es revelar la presencia de Dios en la Historia y su señorío sobre ella.
¿Qué significan todas esas imágenes y todos esos números? Si puede poner algún ejemplo…
El simbolismo del Apocalipsis es muy variado: puede ser cósmico (realidades del cosmos: el cielo, la tierra, la luna, las estrellas…), antropológico (referido al hombre: vestiduras, dignidades, posturas…), animal (representaciones de diversas realidades suprahumanas), cromático (los diversos colores: blanco, rojo, negro…) y aritmético (números: siete, doce, tres…) Todos estos símbolos expresan cualidades diversas; por ello, no hay que imaginarlos, sino interpretarlos conforme a su significado. Es decir: no se trata de acumular rasgos hasta formar unas imágenes irreales o monstruosas, sino de descifrar cada uno de los rasgos.
Desarrollar este tema nos llevaría muy lejos; baste como ejemplo la descripción inicial del Cordero -es decir, de Cristo resucitado-. Leemos en Ap 5, 6: «Y vi en medio del trono y de los cuatro vivientes y en medio de los ancianos un cordero, en pie, como degollado, que tenía siete cuernos y siete ojos (que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra)». Cada rasgo de la visión es un símbolo. Empezando por su misma forma: cordero, es decir, un ser destinado al sacrificio de la propia vida; en pie, es decir, lleno de vida; pero como degollado: con los signos de haber sufrido muerte violenta; con siete cuernos: plenitud de poder (siete: plenitud; cuerno: símbolo bíblico del poderío); y con siete ojos: plenitud del Espíritu, tal y como el mismo vidente explica. De modo que esta visión, descifrada, coincide con la presentación que el evangelio de Juan hace de Jesús resucitado, que muestra las heridas de su Pasión y comunica el Espíritu Santo a sus discípulos (Jn 20, 19-23). El vidente de Patmos se ha encontrado con Cristo, resucitado y lleno de vida.
¿Cuál es el mensaje central? ¿Por qué se dice que es un libro de esperanza, si narra tantas tribulaciones?
Paradójicamente, el mensaje central del Apocalipsis es la bienaventuranza: el libro comienza y concluye con sendas bienaventuranzas (Ap 1, 3; 22, 14). El Apocalipsis nos revela el camino de la felicidad; no es arriesgado considerarlo como la proyección en la Historia de la última bienaventuranza de Jesús: Bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 10). Todo el libro habla de persecuciones, de sufrimiento, de tribulación; tribulación debida a la justicia, es decir, a la fidelidad a Jesucristo. Pero también habla de la presencia en la Historia del Resucitado, que asiste siempre a los suyos: De ellos es el reino de los cielos. Los santos que perseveran con paciencia (Ap 13, 10; 14, 12) son bienaventurados, porque ellos blanquearán sus vestiduras en la sangre del Cordero (7, 14) y gozarán de la nueva Jerusalén, la Jerusalén celestial (Ap 22).
¿Qué nos dice hoy a nosotros, en el Año de la fe?
Este libro sagrado nos dice hoy algo fundamental, y a la vez muy sencillo. Cristo resucitado es digno de fe (Ap 1, 5 y 3, 14); por eso, la fe en Él es la puerta para una vida plena. En las páginas del Apocalipsis, el Resucitado renueva a los cristianos de todos los tiempos la fascinante promesa que hiciera a la Iglesia de Esmirna: Sé creyente hasta la muerte y te daré la corona de la vida (Ap 2, 10).