La claridad y profundidad moral del discurso de Jaime Mayor Oreja en la UCAM es un hecho excepcional en la vida pública española. El eurodiputado no culpa de los males de España a los mercados, o al adversario político; tampoco promete utopías, ni oculta que todos participamos, en algún grado, de la responsabilidad por lo que nos está sucediendo. Pero lo realmente excepcional, o mejor, escalofriante, es el contexto de ese discurso. Los periódicos del día mostraban que Esquerra Republicana había liderado la oposición en el Congreso a los importantes —pero tímidos— avances del Gobierno en el respeto a que se eduque a los niños en la escuela, conforme a las convicciones morales y religiosas de sus padres, o a que se les pueda escolarizar en español en cualquier lugar de España. A nadie se le impone nada, pero los socios de Amaiur y de CiU llaman al ministro José Ignacio Wert terrorista social y le acusan de acostarse con los obispos. «Quienes compartimos unas convicciones tenemos la obligación de prepararnos y de poner en marcha líneas de resistencia cultural», advierte Mayor Oreja. «Tenemos que despertar y ser capaces de articular una mayoría social efectiva», porque, de otra forma, no habrá lugar para nosotros en España, o en lo que quede de ella. Izquierda y derecha deben volver a ponerse de acuerdo sobre un modelo de sociedad donde quepamos todos, porque, de lo contrario, más pronto que tarde, esto salta por los aires.