Combustible de la corrupción - Alfa y Omega

«Pregunto a mis hijos y a los hijos de mis amigos, que están entre los 15 y los 18 años, y es imposible encontrar uno solo que tenga vocación por el servicio a la comunidad desde cargos políticos», constata el adjunto al director de ABC Ramón Pérez-Maura. «Para esta nueva generación, el sustantivo político va acompañado, las más de las veces, de una descalificación o de un insulto».

La noticia, publicada el viernes, por El Mundo, de que el ex tesorero del PP «pagó sobresueldos en negro, durante años, a parte de la cúpula de este partido», ha sido la puntilla para la indignación general, acentuada por los rigores y sacrificios impuestos por la política de ajustes y recortes. Resulta sobrecogedor –escribe en este periódico Rubén Amón– pensar que tanto el Jefe de Estado como el de Gobierno «están en manos de extorsionadores», ya que, si en algo coinciden el antiguo socio de Iñaki Urdangarín y el exsenador Luis Bárcenas es en recurrir a la amenaza de revelar información comprometedora, para protegerse en sus respectivos procesos judiciales. «Es la propia estructura del Régimen la que está dañada», cree David Gistau. «A todo afecta. A la Corona. Al Parlamento. Al ámbito judicial…». En el mismo periódico, Salvador Sostres defiende que ha llegado el momento «de entrar con las excavadoras y de volver a edificar», porque el sistema ya no sirve.

ABC hacía, el sábado, un llamamiento a la regeneración de la vida pública, y publicaba una estremecedora enumeración de las investigaciones de «los casos que han conmocionado a la opinión pública» en los últimos tiempos. Se comentan escándalos de todos los colores, pero el PSOE reacciona airado contra el diario por las referencias a su presidente, José Antonio Griñán, quien, desde su responsabilidad en la Junta, es citado como máximo responsable político de una trama con 60 imputados y que ha estafado la (presunta) friolera de mil millones de euros.

¡Incluso la prensa catalana habla de corrupción! La Vanguardia y El Periódico, es cierto, lo centran casi todo en el PP, y algo en el PSOE, pero por algo se empieza… Juan Carlos Girauta, indignado, recuerda que los principales medios de comunicación de Barcelona se han dedicado machaconamente a descalificar el amarillismo de los periódicos de Madrid, que informaban de los escándalos de la familia Pujol. «El viernes le coloqué delante de las narices la portada de ABC a uno de esos neo escandalizados. Iba una foto de Bárcenas, con una frase inequívoca que instaba al PP a aclarar el asunto. Se lo dije cortito: vosotros no habéis llevado nunca a portada la basura de Convergencia, ni siquiera una mención, así que, a partir de ahora, lecciones de periodismo y deontología, las justas».

Hay conciencia de que así no es posible seguir. Juan Manuel de Prada denuncia «el asfixiante poder acumulado por los partidos, que «ha conseguido arruinar, incluso, instituciones nacidas de la iniciativa social, como las Cajas de ahorro; y ha dejado otras hechas unos zorros, como las universidades. Y es la partitocracia la que ha conducido al Estado a unos niveles de endeudamiento insoportable», dice.

Otros analistas recuerdan que los políticos no son criaturas de otra especie. En La Gaceta, Pilar García de la Granja pone en evidencia que «un país con un 30 % de economía sumergida es, de facto, un país corrupto. Un país en el que se cobran miles de pensiones a nombre de personas fallecidas, o subvenciones a la dependencia sin dependientes, es un país corrupto. Un país en el que los Ayuntamientos han vivido de recalificaciones de terrenos, del sector de la construcción, tiene un problema de corrupción… Desde la Corona para abajo, hay corrupción para todos los gustos y de todos los colores. En los partidos políticos, sí, pero también en las empresas, en la declaración de la renta y en el cobro de subsidios varios. Ni todo el mundo es corrupto, ni es bueno generalizar», pero «la corrupción generalizada sólo es posible cuando hacer trampas es justificado a todos los niveles».

Por eso, escribe en ABC Luis Ventoso, para «luchar contra esta peste», sólo sirve «inculcar valores morales nítidos en los hogares». No hay otra vía. «Las conciencias alteradas son el combustible de la corrupción».